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Ciudad Juárez

El Juglar de la Red/ ¿Perdurará el Obradorismo?

2 de mayo de 2023

Por Rafael Cano Franco

Cualquier partido, grupo o persona que alcanza el poder, saben que existe una fecha de caducidad, que tarde o temprano se deben de ir, pero existe siempre el gen del extensionismo a través de un proyecto político y mediante una selección de “incondicionales”, es lo que se llama la lealtad política o la institucionalidad partidista.

El PRI permaneció 71 años en el poder con esos mecanismos; el PAN estuvo 12 y ahora Morena aspira a convertirse en ese proyecto político que trascienda más allá de un par de elecciones nacionales y eso les permita concretar lo que ahora denominan la “cuarta trasformación”.

Tienen todo a su favor: una oposición que se unió, pero que no articula presentar un proyecto de nación y que está unida solamente por ser “antiamlo”, pero que más allá de eso ofrece muy poco y con una desconfianza total de unos con respecto a los otros.

Movimiento Ciudadano pudiera parecer una oposición viable, su gran problema es que no deja de ser una reunión de políticos que buscan candidaturas muy personalistas y por tanto no se les identifica con un proyecto político integral emanado de un concepto ideológico que promueva ese partido. Se trata de posiciones personales que no tienen seguimiento y se van diluyendo sin mayor trascendencia.

En lo que va del actual sexenio, Morena ha sabido ir destrabando las estructuras democráticas y lo hizo a la vista de todos, simplemente con el poder que le da ser mayoría; lo que intenta Morena es convertirse en la versión “siglo veintiuno” y el presidente López Obrador se aprovechó para ir desarticulando el viejo estado para irle dando forma a lo que él desea.

En este punto, han sido los viejos priístas, los que se han convertido en sus mejores aliados. No se debe olvidar que, si alguien adora el poder, son precisamente los formados al interior de ese partido.

No en vano es que la cuarta trasformación se nutrió del priísmo, los limpió de su pasado, los llevó a gobernar y les abrió la posibilidad de seguir disfrutando las mieles del poder, bajo la única consigna de que no deben, por ningún motivo, oponerse a los designios del líder. Los priístas, formados en la “disciplina institucional” se han sabido acomodar a su nueva realidad y desde ahí se erigen como los nuevos “liberales” de este siglo en México.

Pero, además, el propio López Obrador eliminó al interior de Morena cualquier otro “jefazo” que le haga competencia, de tal suerte que la única voz que tiene mando es la suya y nadie puede osar ir en su contra, so pena de ser defenestrado o tachado de traidor a la causa “cuatro teístas”.

Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas; el priísmo en Morena no olvidó que la lealtad a ciegas tiene un costo y este no se refleja en el pago correspondiente que se manifiesta en una nómina gubernamental; esos priístas acostumbran de los negocios, de la corrupción, de la opacidad, del verticalismo y del silencio obligado, es el “dejad haced, dejad pasad” en su manifestación más precisa.

En la recta final de su sexenio, López Obrador enfrenta su dilema y como todo líder populista que se precia de tener control absoluto cierra su círculo cercano y gobierna sin oír a nadie. Sabe que está a punto de tomar una decisión trascendente para su proyecto político, pero también entiende que la traición es una condición que acompaña al ser humano.

Por eso, los analistas políticos dicen que la elección de su sucesor o sucesora dependerá en gran medida del nivel de lealtad que le manifieste. Aspira, como cualquier líder populista a ser gobernando a través de interpósita persona y por ello lo que menos le importa es la capacidad de quien le suceda, lo que más valora es la lealtad que la manifieste, no ahora, sino en el futuro.

Andrés Manuel López Obrador sabe que, para lograr la permanencia de su idea política, requiere seguir con el liderazgo moral del “movimiento” y es requisito sine qua non que quien sea el Titular del Ejecutivo, deba asumir ese liderazgo. No es una cuestión de dinero, se trata de una ambición humana de preservar el poder.

Pero el “obrarismo” como una expresión política que se manifiesta a través de Morena, puede tener sus días contados; nada le garantiza a López Obrador que alguna de “las corcholatas” le guarde fidelidad absoluta y menos que le sea leal una vez se haga del poder.

Así como “el foxismo” no prevaleció más allá de su propio sexenio, el “calderonismo” se derrumbó estrepitosamente y el “peñanietismo” se cubrió de corrupción, es muy probable que el “obradirismo” no logre traspasar el sexenio y es que ninguno de los sucesores tiene el mesianismo, el liderazgo que construyó y la fuerza política con la cual gobernó el actual presidente.

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