Por Rafael Cano Franco
Siempre se ha dicho que un buen gobierno sabe ejercer el poder y con eso mantiene el control. Aunque parecen sinónimos, el poder y el control son dos cosas distintas. En el caso de México, el presidente López Obrador sigue teniendo poder, pero paulatinamente va perdiendo el control de los acontecimientos.
No hay duda que con todo el dinero del erario público el presidente Andrés Manuel López Obrador sigue ejerciendo un enorme poder; puede “apretar” a sus enemigos políticos si se le antoja; puede “castigar” a quienes considera traidores a su movimiento; tiene los recursos suficientes para hacer y deshacer en casi cualquier materia.
No hay duda que el presidente de la República goza de un enorme poder, pero además gusta de exhibirlo. Es parte del narcicismo que caracteriza de siempre a López Obrador.
Sin embargo viene perdiendo el control de muchos aspectos que inciden en la vida nacional.
Aunque presione y amenace ya no controla al legislativo, a pesar de la mayoría de Morena y aliados, no tiene el control de lo que ahí sucede y cada vez la rebelión de los partidos opositores es más evidente y lo derrotan.
El mejor ejemplo de esta pérdida de control son los intentos de reforma que ha pretendido: no pudo sacar adelante la reforma eléctrica, pero como premio de consolación le dieron la nacionalización del litio; a duras penas y con apoyo del PRI logró la militarización de la Guardia Nacional y que el Ejército permanezca en tareas de seguridad pública; pero luego fue derrotado con su pretendida reforma electoral.
En el Legislativo, Andrés Manuel López Obrador perdió el control.
La sucesión presidencial también viene evidenciando que por más poder que puede ejercer el Presidente, es evidente que no tiene el control de todos los involucrados. Empecinado como está por hacer que Claudia Sheinbaum sea la candidata de Morena a la Presidencia de la República, la rebelión ha crecido.
Marcelo Ebrard sabe que la balanza no se inclina a su favor y tiende puentes hacia otras opciones políticas que le permitan contender, sin mostrar una rebeldía abierta es evidente que el Secretario de Relaciones Exteriores está tejiendo otras relaciones políticas por si no logra ser el candidato de Morena.
Pero el caso más evidente es el del líder del senado, Ricardo Monreal, quien no solamente muestra una abierta rebeldía y hasta se da el lujo de lanzar críticas al Presidente; también le muestra músculo y le dice que va en serio con su aspiración presidencial; el rompimiento es inevitable y con ello va a perder el control de otro de sus activos políticos.
Socialmente el presidente de la República también viene perdiendo el control. El pueblo bueno ya le grita mentiroso y lo hostiga por promesas incumplidas, lo sacan de sus casillas los reclamos populares y no oculta la molestia que le causa ser increpado. Lo que antes eran muestras de apoyo y jolgorio, paulatinamente van pasando al reproche, el reclamo e incluso al insulto.
La demostración que ya no tiene control sobre las masas fue la manifestación del domingo antepasado de miles de ciudadanos que salieron a defender al INE. Ahí debió darse cuenta de que hay una sociedad molesta e inconforme, pero en lugar de eso lo que López Obrador hizo fue regañar a los manifestantes en su contra y luego, en el colmo de la megalomanía, convocó a su propia marcha.
Para Andrés Manuel López Obrador, debe ser muy difícil aceptar que a pesar de todo el poder que tiene, no puede controlar ciertas circunstancias que se presentan en la sociedad. Por más dinero que reparte y por más elecciones que gane, es evidente que existe un gran malestar social que cada día se intensifica y se vuelve más visible.
El Presidente perdió el control de los acontecimientos y también ha perdido el control de sus emociones, cada vez despotrica e insulta a sus detractores; empieza a darse cuenta de que perder el control es síntoma de que el poder se va acabando y para un tipo como él, con una enorme necesidad de reconocimiento, para un mesías, un narcisista descontrolado, no puede aceptar que hay cosas, acciones y personas a las que no puede controlar.