Un equipo de investigadores egipcios retomó el misterio de una de las momias más inquietantes del registro histórico: el cuerpo de la “mujer que grita”. Descubierta en 1938, la enigmática figura probablemente enfrentó un intenso dolor antes de su muerte. Además, su proceso de embalsamiento fue de una calidad superior al promedio. El informe detallado del estudio se publicó en la revista Frontiers in Medicine.
El equipo, compuesto por expertos del Ministerio de Turismo y Antigüedades de Egipto y la Facultad de Medicina Kasr Al Ainy, empleó tecnología de vanguardia para analizar a la momia. Tomografías computarizadas, microscopía electrónica de barrido, espectroscopia infrarroja y análisis de difracción de rayos X revelaron detalles su apariencia física, salud, causa de muerte y proceso de momificación.
La “mujer que grita” vivió hace aproximadamente 2,500 años y tenía alrededor de 48 años al momento de su fallecimiento. Medía 1.54 metros de altura y mostraba signos de artritis leve en la columna vertebral. Además, algunos de sus dientes habían sido extraídos en vida, mientras que los restantes presentaban un notable desgaste.
Las tumbas encontradas no pertenecieron a nobles egipcios, sino a población general, que padecía sus propias enfermedades.
Para recopilar toda esta información, el equipo creó un gemelo digital de la momia mediante escaneos en varios niveles. Una vez que el modelo estuvo almacenado, fue posible diseccionarlo capa a capa para buscar pistas sobre su identidad. Por ejemplo, las tomografías mostraron el desgaste del hueso pélvico debajo de las vendas que la cubrían. Este es un indicador crucial para saber a qué edad falleció una persona. Además, se hallaron las huellas de la artritis sin la necesidad de manipular físicamente la pieza histórica.
El proceso de momificación también intrigó a los egiptólogos. Cuando el cuerpo fue encontrado hace 89 años, los científicos estimaron que mantenía los órganos internos. El análisis actual no encontró incisiones asociadas al proceso del embalsamiento tradicional de la época en que la mujer murió. La preparación mortuoria contemplaba retirar cerebro, pulmones, hígado, riñones e intestinos. Solo el corazón se dejaba intacto.
En el antiguo Egipto los órganos internos se extraían para preservar el cuerpo del difunto. La momia de la mujer estaba en excelente estado de conservación a pesar de incluirlos. La espectroscopia infrarroja mostró que su piel fue cubierta de un cataplasma de enebro e incienso. La planta es reconocida por sus propiedades antibacterianas.
Los materiales utilizados en su embalsamamiento arrojaron luz sobre su condición socioeconómica. Tanto el enebro como el incienso no eran comunes en Egipto. Debió ser necesario que se importaran desde el Mediterráneo Oriental, África Oriental o el Sur de Arabia. Además, el cabello natural de la mujer estaba teñido con henna, al igual que con el cataplasma. Este fue cubierto por una peluca hecha de fibras de palmera datilera. Los análisis revelaron que fue tratada con cristales de cuarzo y magnetita.
En cuanto a su expresión de grito, los egiptólogos sugieren que podría deberse a un espasmo cadavérico, una forma inusual de rigidez muscular post mortem asociada a muertes violentas o emociones intensas. La hipótesis más sólida hasta ahora es que la “mujer que grita” falleció en medio de una agonía o dolor extremo.