Por Rafael Cano
Se advirtió desde un principio que si el presidente Andrés Manuel López Obrador seguía regalando dinero a través de sus programas asistenciales, tarde que temprano no le alcanzaría y empezaría a echar mano de todos los recursos que tuviera a su alcance.
Primero desapareció un fondo para emergencias económicas donde otros gobiernos habían ahorrado casi 300 mil millones de pesos; luego desapareció los fideicomisos para financiar los recursos que se entregan a jóvenes, adultos mayores y para financiar sus mega obras.
En las tres magnas obras: Aeropuerto Felipe Ángeles, la refinería de “Dos Bocas” y el Tren Maya, la inversión multimillonaria no tiene justificación.
El aeropuerto Felipe Ángeles no lo utiliza nadie y su costo de mantenimiento ya supera el costo del avión presidencial, no hay vuelos, no hay pasaje y tampoco se rentan sus espacios. ¡vaya! Ni siquiera se terminó el tren interurbano que lo enlazaría con la Ciudad de México y el hotel que albergaría al pasaje, todavía sigue sin terminarse. La señora que vendía tlayudas el día de la inauguración, jamás se volvió a parar por el lugar.
En el caso de “Dos Bocas”, inaugurada y todo, sigue sin refinar un solo barril de petróleo, pero eso no impide que siga sacando recursos del erario para financiar su construcción. Ya su costo casi se triplica, va en los 20 mil millones de dólares, y cada día resulta más evidente que se escogió el peor lugar para instalar esa refinería. Cuando no está inundada aparecen los problemas técnicos, el caso es que sigue sin producir y es un auténtico barril sin fondo
El Tren Maya no solamente es la causa de un ecocidio, también es un voraz devorador de recursos públicos que se encuentra en medio de litigios y batallas legales que impiden el avance. Para el 2023, el presupuesto de Egresos de la Federación contempla inyectar una bolsa de 152 mil 177 millones 669 mil 725 pesos para 17 fondos y fideicomisos del gobierno federal, pero el 94.2 por ciento de esos recursos ya están “etiquetados” para la construcción del Tren Maya.
Hace poco menos de un mes, a propuesta de Morena en el Legislativo, se aprobó una ley para que el gobierno federal se adjudique el dinero que están en cuentas bancarias y que no tienen movimientos en los recientes tres años. Ese robo le otorga al gobierno federal un pequeño tanque de oxígeno de apenas 30 mil millones de pesos.
Un gobierno que presume de vivir en una “austeridad franciscana”, en realidad está convertido en un gastador consuetudinario, lo peor es que gasta a lo tonto y sin una planeación efectiva, con impacto en el largo plazo; al parecer lo que priva es el principio de que darle un poco dinero a los más pobres, justifica que gastemos son el menor remordimiento.
Y cuando el dinero se acaba entonces vienen las acciones desesperadas como la de solicitar créditos. En este sexenio el endeudamiento contratado por el gobierno federal ya es superior al que se contrató durante todo el sexenio de Enrique Peña Nieto, eso duplicó la deuda de México, a pesar de que el gobierno federal sigue insistiendo que no ha contratado deuda.
El intento más desesperado es el que ahora hacen con la reforma para capitalizar el Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios –el mismo del cual se gastaron los 300 mil millones de pesos ahorrados durante varios sexenios anteriores—y donde existe el temor que se puedan sustraer activos de los fondos de ahorro para el retiro, reservas del IMSS, Issste, Infonavit, bonos de pensiones o acciones de las Stefores.
El gobierno, a través de la Secretaría de Hacienda, viene negando que pueda tomar esos fondos, el problema es que dados los antecedentes del pasado inmediato, que deja en claro la falta de veracidad en lo que dicen; se sospecha que el gobierno de López Obrador pretenda echar manos de esos recursos para continuar fondeando sus obras y sus programas asistenciales.
Está claro que el gobierno federal se convirtió, no solamente en un mal administrador que dilapida los recursos que se asigna para su gasto; sino también en un vil saqueador que ahora le mete la mano al bolsillo de los mexicanos para con esos recursos seguir financiando la megalomanía del presidente López Obrador.
El problema es que se está quedando sin dinero y sin repartirlo no tiene base electoral que lo sustente.