Jornada doble este viernes en la sede de la ONU en Nueva York con motivo del segundo aniversario de la guerra de Ucrania. Una sesión extraordinaria de la Asamblea General, seguida por otra del Consejo de Seguridad, con participación de ministros de Exteriores, para condenar de nuevo la invasión rusa, abogar por la diplomacia como única solución y testimoniar el apoyo a Kiev frente al agresor.
Nada nuevo en los últimos 24 meses, pero sí una notable diferencia: el perfil bajo de la conmemoración, casi en sordina. La guerra de Israel y Hamás ha desviado el foco de la atención internacional y alterado el equilibrio de fuerzas: por eso, a diferencia de febrero de 2023, cuando la delegación de Ucrania ante la ONU presentó una resolución -adoptada por amplia mayoría- en demanda de “una paz amplia, justa y duradera”, este año solo ha habido discursos.
El escenario no es el mismo: el presidente Volodímir Zelenski apuesta por su plan de paz de 10 puntos, los republicanos torpedean en el Congreso de EE UU la ayuda militar a Ucrania y el respaldo de EE UU a Israel en su ofensiva sobre Gaza hacía temer a muchos en la ONU que un texto como el adoptado el año pasado con 141 votos a favor (de un total de 193) obtuviera hoy menos apoyos.
Para el denominado sur global, la situación en Oriente Próximo ha puesto negro sobre blanco lo que muchos consideran el doble rasero de Occidente: condena unánime a la ofensiva rusa sobre Ucrania, pero apoyo sin reservas a Israel por parte de EE UU, el Reino Unido y Alemania, entre otras potencias occidentales, pese a la sangría de víctimas civiles en la Franja.
La ONU ha adoptado cuatro resoluciones desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, el 24 de febrero de 2022. Ninguna en el Consejo de Seguridad, que, como en el caso de la guerra de Gaza, sigue bloqueado por el viejo mecanismo del derecho de veto (el de Rusia ha frustrado cualquier iniciativa sobre Ucrania, y el de EE UU ahora torpedea todas las que afean a Israel).
Lo ha recordado el ministro español de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, en una comparecencia ante periodistas tras dirigirse a la Asamblea: “Ha habido ya cuatro resoluciones, y yo creo que esa ya es la guía sobre la que tenemos que trabajar, donde ha quedado clara la voz de la comunidad internacional y por lo tanto no hay que repetirlo año a año.
Lo que sí creo es que este año se ha introducido la situación en Gaza y hay muchos países de lo que se llama ahora sur global que ven en ocasiones dos pesos, dos medidas [Ucrania e Israel], ese es el ambiente que he podido pulsar y las conversaciones que he podido tener con algunos de mis colegas. Tal vez esa sea la mayor diferencia entre este año y el pasado. No es el caso de España”.
Los principios de igualdad soberana e integridad territorial de los Estados siguen siendo igual de válidos que hace un año en lo relativo a Ucrania. También la retirada completa e inmediata de las tropas rusas y el retorno “a las fronteras reconocidas internacionalmente”, según el titular de Exteriores, que ha recordado cómo en estos dos años la guerra ha rebasado las fronteras y golpeado directamente a España, con la muerte de la cooperante Emma Igual.
Albares resaltó también el incremento del apoyo financiero de España a la Corte Penal Internacional, dado que “no puede haber impunidad para los actos criminales ejercidos por Rusia contra civiles”. Tampoco quedará impune, aseguró, el asesinato del piloto ruso desertor ejecutado la semana pasada en Alicante, según los servicios de inteligencia españoles, por orden de las autoridades rusas.
“Es un asunto que estoy siguiendo muy de cerca por las implicaciones que pudiera tener. La policía científica está haciendo su investigación y he pedido que se me informe. Desde luego, la respuesta estará a la altura de los actos que se hayan cometido”.
La sesión de la Asamblea General se ha sustanciado en la confirmación de Suiza de que acogerá una conferencia de paz de alto nivel sobre Ucrania “de aquí al verano”. En medio de claros signos de fatiga por la guerra, y cuando Rusia recupera terreno perdido a manos del Ejército ucranio (como demuestran episodios como la toma de Avdiivka y el actual sitio de Robotine), la confirmación de la propuesta suiza, formulada este viernes por su ministro de Exteriores, Ignazio Cassis, ha sido lo más reseñable de la mañana, aunque no una novedad.
La convocatoria suiza obedece a una petición de Ucrania para relanzar el plan de paz de Zelenski, que contempla la integridad territorial del país, la retirada de todas las tropas rusas, la protección de los suministros de alimentos y energía, la seguridad nuclear y la liberación de todos los prisioneros de guerra.
“Rusia no puede ignorar la voz de la mayoría mundial si todos adoptamos una postura de principios y actuamos juntos. La fórmula de la paz representa exactamente esa oportunidad”, dijo, sin la resonancia de ocasiones anteriores, el ministro ucranio de Asuntos Exteriores, Dmytro Kuleba, a la Asamblea.
La fórmula de paz de Zelenski, “la única propuesta seria sobre la mesa”, cuenta también con el apoyo del ministro español de Exteriores. A los escépticos, o cuando menos los que acusan la fatiga de la guerra, Kuleba quiso demostrarles que están equivocados. “Ucrania ganará la guerra”, declaró, instando a las naciones a apoyar a su país. Si lo hacen, dijo, la victoria llegará “más pronto que tarde”.
La réplica del embajador ruso ante la ONU, Vasili Nebenzia, fue inmediata, demostrando el punto muerto diplomático en que se halla el conflicto. “No hay que perder el tiempo con los fútiles planes de Kiev de negociar sobre la base de la llamada fórmula de paz de Zelinski”, dijo Nebenzia.
“No es más que un ultimátum a Rusia y un intento de atraer al mayor número posible de países a interminables reuniones sobre este utópico proyecto”. Con su argumentario habitual -no ha variado un ápice desde febrero de 2022-, Nebenzia culpó a Occidente de fomentar el conflicto, acusó a Ucrania de ser un instrumento de las ambiciones geopolíticas occidentales y prometió que la “operación militar especial” de Rusia -el eufemismo oficial que enmascara la guerra- no terminará hasta que se alcancen sus objetivos, entre otros, la desmilitarización de Ucrania y la consecución de un “estatus neutral”, lejos de la OTAN (y la UE).
Con todo, lo más reseñable de la doble convocatoria ha sido el temor, patente, pero a la vez muy expreso, a que la comunidad internacional se escinda entre el Occidente que cierra filas en torno a Ucrania y aquel otro que apoya sin reservas a Israel. Además del bloqueo que provoca el derecho de veto, la sombra de la sospecha del sur global de que existan dos varas de medir puede ser una nueva vía de agua en la ONU.
ElPaís