—La frontera, tierra fértil para la extorsión
—Sordos y mundos en Seguridad Vial
—La crisis en Pensiones Civiles: cada vez más grave
Ya lo dijo el clásico: ¡cuando el río suena, es que agua lleva! Desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca, las cosas en la frontera han dado un giro bastante brusco. El flujo de migrantes se ha reducido, pero no por arte de magia, sino por el endurecimiento de las políticas migratorias y el miedo que siembran las autoridades de Estados Unidos.
Y mientras unos sufren por el sueño americano, otros se aprovechan del desmadre y agarran cacho.
En la frontera, especialmente en Ciudad Juárez, se ha puesto de moda una estafa de lo más cruel: los falsos “polleros” que prometen cruzar a la gente y terminan secuestrando y extorsionando a las familias de los migrantes. Los delincuentes se hacen pasar por expertos en cruzar personas, pero en realidad son secuestradores con todas las de la ley.
A la redacción de esta columna llegó una denuncia que pone los pelos de punta. Una familia, ilusionada por llegar al otro lado, fue engañada por estos criminales. Les dijeron que sus familiares ya estaban en Estados Unidos, cuando en realidad los tenían encerrados y privados de su libertad en Juárez. ¿La jugada? Una llamada, un chantaje y la petición de 410 mil pesos para liberar a las víctimas. ¡Así, sin más!
Y lo que da coraje es que estos casos no son la excepción. La gente, desesperada por mejorar su vida, termina cayendo en las redes de estos malandros. Por eso, más vale estar atentos y no dejarse llevar por promesas fáciles. En esta frontera, la desconfianza es la mejor defensa y, como dicen por ahí, más vale prevenir que lamentar.
Así que antes de confiarle la vida de sus seres queridos a cualquiera que se jacte de “pollero”, piénsenlo dos veces. Porque detrás de la sonrisa y el rollo amable puede haber un secuestrador esperando a dar el zarpazo.
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Ni los altos mandos, ni los medios y menos la tropa de la dirección de Seguridad Vial ni ven ni oyen las quejas ciudadanas. Resulta que un ciudadano vivió en carne propia una pésima experiencia con unos de esos “guarros” que estacionan sus vehículos en plenas avenidas transitadas afectando a los conductores, el afectado puso una denuncia y, como suele pasar, no prosperó.
El procedimiento exige que uno haga todo por WhatsApp y, para colmo, con evidencia fotográfica; si no, simplemente dicen que no aplica. El denunciante siguió las indicaciones al pie de la letra y, nadie la atendió, nadie fue, nadie hizo nada.
El problema son los carros de guarros que hacen lo que les da la gana: se estacionan sobre las calles Gral. Eufemio Zapata y Gral. Máximo Castillo en sentido contrario, invaden las esquinas, y hasta dejan los vehículos a metro y medio de las banquetas.
Por si fuera poco, utilizan el frente del parque Zorro, ambos lados de un pozo de la J+, y la esquina de un taller mecánico abandonado para estacionarse como se les antoja, sin el menor cuidado. Todo esto porque en su trabajo les quitaron el estacionamiento y ahora el desorden lo pagan los vecinos.
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El drama en Pensiones Civiles del Estado está llegando a niveles de telenovela, pero sin final feliz y con los pacientes como los grandes perdedores.
Resulta que la crisis de ortopedistas se sigue agravando: tres especialistas de hueso y articulación dijeron “ahí se ven”, entre ellos el Dr. Cisneros y el Dr. Reséndez. El primero, para acabarla de amolar, era el “mero mero” para problemas de columna, y ahora los que sufren son los derechohabientes que llevan meses esperando una operación… y todavía les reclaman a los doctores por la tardanza.
Comentan que la razón de la renuncia de los médicos es que ya no aguantan la presión ni las reclamaciones por una burocracia que no suelta ni los insumos ni los quirófanos.
El personal médico está entre la espada y la pared, los directivos “se lavan las manos” y los pacientes, pues ellos sí se quedan con el dolor y la incertidumbre. Dicen los pasillos de Pensiones que el ambiente está más tenso que rodilla de futbolista lesionado.
Ahora la papa caliente quedó en manos del nuevo delegado, el Dr. Arenas, quien tomó el puesto con más problemas que el que se fue, el Dr. González. Si pensaba que venía a un trabajo tranqui, ya estará viendo que aquí la crisis camina con muletas: falta de especialistas, cirugías retrasadas y familias angustiadas por la salud de sus seres queridos.