Ciudad del Vaticano, 21 de abril — La muerte del papa Francisco ha conmocionado al mundo católico, pero en un gesto de coherencia con su vida austera y pastoral, el pontífice ya había previsto cómo sería su despedida. Consciente de su fragilidad, Francisco dejó instrucciones claras para que su funeral rompiera con tradiciones centenarias del Vaticano.
Desde abril de 2024, el pontífice había aprobado una nueva versión del *Ritual de Exequias Papales*, el libro litúrgico que rige los funerales de los Papas. En él, incorporó cambios que reflejan su visión de una Iglesia cercana al pueblo, sencilla y despojada de excesos.
Uno de los cambios más llamativos es la eliminación del triple ataúd simbólico —de ciprés, plomo y roble— que representaba la pureza, la protección y la firmeza de la fe del pontífice. Francisco solicitó ser enterrado en un ataúd sencillo de madera común, sin ornamentación excesiva, en un acto que subraya su humildad incluso en la muerte.
Además, el cuerpo del Papa no será exhibido como era costumbre. El féretro permanecerá cerrado, y se ha prescindido del tradicional catafalco elevado en la Basílica de San Pedro. En su lugar, se organizará una ceremonia más directa y abierta al pueblo, permitiendo que fieles de todas partes del mundo puedan despedirse de un pontífice que siempre buscó estar cerca de la gente común.
Pero el cambio más profundo será el lugar de su descanso eterno. En lugar de ser sepultado en las criptas bajo la Basílica de San Pedro, como la mayoría de sus predecesores, Francisco eligió la Basílica de Santa María la Mayor en Roma. Allí se venera a la imagen de la *Salus Populi Romani*, una Virgen a la que Francisco fue especialmente devoto y a la que acudía con frecuencia a rezar.
Esta elección no solo rompe con el protocolo vaticano, sino que simboliza su amor por Roma y por sus fieles, ofreciendo un lugar accesible y simbólico para quienes deseen rendirle homenaje.
Hasta en la muerte, el papa Francisco se mantuvo fiel a sus principios: cercanía, sencillez y amor al pueblo. Su funeral, lejos de la pompa tradicional, será el reflejo final de una vida marcada por la búsqueda de una Iglesia más humana, más humilde y más viva.