Por Eduardo Borunda
De joven, hace ya muchos ayeres, la máquina aplastadora que derribaba a toda la oposición, tuvo entre sus miembros nutridos grupos de juventudes idealistas, de políticos experimentados que construyeron proyectos de nación, que supieron hacer de México un gran país, no me queda la menor duda, pero también hubo líneas que se salieron del carril y terminaron estrellando la máquina imposible de parar. Eran otros tiempos, había vocación de servicio.
La clase política en México fue formada por el PRI. Es una realidad que ni el propio presidente Andrés Manuel López Obrador puede negar. ¿Quién no militó en el PRI? Era una frase que hace unos años se decía con tono de sarcasmo o para explicar los fenómenos de los chapulines que de cargo en cargo iban por un partido u otro. El poder corrompe, es atractivo, seduce y atrae incautos que buscan sólo el momento de un reconocimiento, del querer ser.
Ganarle al PRI, se volvió una frase lapidaria, no había poder humano que pudiera ser un contrapeso a los excesos del poder que desde el estado se construyó como el partido hegemónico… eran otros tiempos como los de Don Teófilo Borunda Ortiz, chihuahuense de cepa que sabía el cómo llegar a un acuerdo político, consultado por expresidentes y hacedor de muchos políticos que han honrado sus nombres.
De Don Teófilo Borunda Ortiz, aprendí por las anécdotas que me contaban mis hermanos y en especial por Sergio Borunda Flores, uno de sus hijos, que los puestos eran para hacer amigos y resolver los problemas de su gente. Sabiduría pura de cómo ayudar a los otros, aplicando el sentido común a la naturaleza humana que a veces no entiende que no se puede todo o nada, pero con voluntad política se puede todo.
Hoy el PRI se encuentra en estado crítico, agoniza, predicción que en el libro de Luis Javier Garrido no adelantaba por ser increíble el cómo un partido político era el agente que movía las masas, que se convertía en el aparato ideológico del estado mexicano. “El partido de la revolución institucionalizada” cambió, dejó de ser el partido del estado, dejó de tener certeza ideológica, dejó de ser la primera fuerza política que lo mantuvo en el poder. Quedan pocos ideólogos en el PRI.
En Chihuahua, la cabeza visible del exgobernador José Reyes Baeza es quizá la punta de lanza para regresar a los orígenes del PRI, refundando a nivel estatal un partido que a nivel nacional se ha dado un tiro de gracia en la cabeza. Se ha convertido el PRI nacional en la burla de la democracia, de hacer lo que se criticaba, de tener un doble discurso.
El PRI ha muerto, solo sus dirigentes no lo ven. Fue una travesura el pretender ser reelecto por periodo indeterminado, es, en fin, la lucha por el poder. La misma presidente electa lo ha mencionado a pregunta expresa: la oposición tiene una grave crisis política. Sólo Alejandro Moreno no ve los pobres resultados de su dirigencia en el PRI.