Ciudad Juárez vivió una de las noches más oscuras de su historia el 1 de julio de 2001. Una tromba desatada sobre la ciudad provocó una serie de inundaciones que sembraron el caos y el dolor. En medio de esta catástrofe, un autobús de la Ruta 8-B, tristemente conocido ahora como «la rutera de la muerte», fue arrastrado por la corriente del arroyo El Navajo, a la altura del viaducto Gustavo Díaz Ordaz, llevando a bordo 30 personas, entre ellas una familia completa.
El conductor del autobús, en un intento desesperado por cruzar el viaducto inundado, no logró vencer la fuerza del agua. El vehículo fue arrastrado y volcó, sumergiéndose rápidamente. Los pasajeros, presas del pánico, lucharon por sobrevivir en medio de gritos y desesperación. Lamentablemente, 19 personas perdieron la vida ahogadas, incluyendo a la familia Chagala, compuesta por un bebé de 11 meses, su hermana de 3 años, el abuelo y la madre.
Las imágenes de un portabebés flotando en las aguas inundaron las portadas de los periódicos y conmocionaron a la comunidad. Los familiares de las víctimas, desesperados por encontrar a sus seres queridos, reportaban su desaparición mientras los cuerpos eran recuperados poco a poco, incrementando el dolor y la desolación.
Las labores de rescate se extendieron por varios días, uniendo esfuerzos de las autoridades de Ciudad Juárez y El Paso, Texas, para encontrar a los desaparecidos. Las autoridades juarenses rescataron 14 cuerpos, mientras que el resto fue recuperado por la policía de El Paso.
Entre las víctimas fatales se encontraban dos adolescentes que, en un intento por salvarse de la corriente, se electrocutaron al sujetarse de un poste. Además de las personas que perecieron en el autobús, dos vehículos particulares fueron arrastrados por el río Bravo, resultando en la muerte de dos personas más.