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Ciudad Juárez

La estética sin fondo

11 de abril de 2023
El Juglar de la Red
Por Rafael Cano Franco

 

Al paso del tiempo, muchos gobiernos se vuelven adictos a las modificaciones de nombre de diversas instituciones, alegan que esas modificaciones en su denominación obedecen a mejoras sustantivas en su operación, pero también es una forma de “adanismo”, es decir destruir y olvidarse del pasado para establecer que todo inició “conmigo”.

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha sido prolífico en modificar el nombre de diversas instituciones, en buena medida esta fórmula “adánica” no han dado resultados y están muy lejos de ser esas instituciones trasformadoras que ofrecieron.

En no pocas ocasiones, lo que sucedió es que demolieron lo que funcionaba para darnos algo que simplemente no sirve.

Hay varios ejemplos con los cuales podemos ilustrar este comentario.

En la Secretaría de Gobernación desapareció el Servicio de Administración y Enajenación de Buenes (SAE) para darle paso al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (INDEP), el problema es que lo robado no se lo devolvieron al pueblo, lo vendieron o se lo repartieron entre ellos; al año de operaciones ya el INDEP había entrado en varias crisis porque obras de arte, joyas, automóviles de lujo y hasta el pago de fianzas de empresas que incumplieron fueron dispuestos por diversos funcionarios para uso desconocido.

El primer director del INDEP, Jaime Fernando Cárdenas Gracia, renunció a su cargo el 30 de septiembre de 2020, señalando la existencia de corrupción al interior de la dependencia y un “manoteo” obsceno de los bienes recuperados.

El Bansefi, una institución bancaria que desapareció a mediados del 2019, pasó a convertirse en lo que ahora conocemos como Banco del Bienestar, una institución desde donde el gobierno pretende manejar todas sus actividades financieras y el reparto de dinero de sus programas sociales.

Pero el Banco del Bienestar empezó con el pie izquierdo y ya hay varios reportes con origen en Estados Unidos donde señalan que esta institución se convirtió en la forma idónea para “blanquear” dinero del narcotráfico utilizando el concepto de remesas.

Lo cierto es que banco del Bienestar tiene pocas sucursales y carece de dinero suficiente para pagar el reclamo del monetario que hacen los beneficiarios de los programas sociales. Sobre la edificación de sus sucursales, pesa la sospecha de corrupción.

La Policía Federal también modificó su nombre por el de Guardia Nacional, nos vendieron un cuerpo de élite, preparado, con armas y equipos para enfrentar al crimen organizado; pero lo que nos dieron fueron soldados vestidos con un nuevo diseño de uniformes, pero eso sí, con las mismas mañas de los del pasado.

La Guardia Nacional es una institución que tampoco ha logrado despuntar y su operación está marcada por varios “claro-oscuros”, incluso el asesinato de civiles, pero en su actividad sustantiva, que sería limitar la operatividad de los grupos criminales, simplemente no ha dado resultados. Pero eso sí, salió carísimo el cambio de nombre.

Quizá la peor decisión al momento de cambiarle atribuciones y nombre a una institución fue la del Seguro Popular, un programa de salud exitoso y que atendía las principales enfermedades con alcance nacional. En su lugar nos dieron el Instituto de Salud del Bienestar (INSABI), que ni alcanza los resultados que ya se tenían en materia de cobertura ni tiene la calidad de su predecesor. Tan mal ha ido con el INSABI, que su nuevo nombre bien puede ser IMSS-Bienestar, una instancia de salud paralela al IMSS que pretende darle cobertura a todos aquellos que no están afiliados de manera formal, es decir sería una mala copia del Seguro Popular.

Conasupo, Liconsa y Diconsa se fusionaron para darle forma a Segalmex y la única noticia que salió de esta nueva institución es un fraude por 15 mil millones de pesos, el más grande en la historia moderna de México.

Luego de lo sucedido en Ciudad Juárez la propuesta es cambiarle al nombre al Instituto Nacional de Migración (INAMI) y en su lugar ponerle “Centro Solalinde”, de entrada, eso no deja una buena impresión por las relaciones “extrañas” que acompañan a pastor Solalinde, pero más allá de eso, lo importante sería que más allá de la estética del nombre cambiara el trato a los migrantes, algo que difícilmente podremos ver.

Y así, se cambió el nombre de diversas instituciones con la promesa de que todo mejoraría, que las instituciones serían superiores a sus predecesoras, en la realidad lo que nos dieron fue gato por liebre, un cambio estético, pero nada de fondo.

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