—Las promesas de Sheinbaum contra la realidad
–Ayuda insuficiente y ausencia de coordinación
—Las consecuencias de la desaparición del FONDEN
Las lluvias de la semana pasada dejaron un saldo que ni el más pesimista se imaginaba: 64 personas fallecidas y 65 desaparecidas.
No fue un huracán, pero la tormenta pegó tan duro que ni las presas ni los ríos aguantaron el chapuzón.
Y sí, el pronóstico meteorológico se fue a pasear, porque la advertencia ahí estaba: todo al límite y cualquier aguacero iba a ser bomba de tiempo. ¿Falló el pronóstico o nomás el gobierno se hizo de la vista gorda para alertar a la gente?
Quién sabe, pero lo que sí sabemos es que hay buenas y malas noticias, como siempre pasa en la política mexicana.
Primero lo bueno, porque no todo es gris: la presidenta Sheinbaum se puso las botas… ¡literal! Nada de grabar videos desde el sillón ni esconderse en zonas militares como hacía su antecesor.
No, la presidenta se metió hasta el lodo con los damnificados, caminó por las colonias afectadas y se ensució de verdad, algo que López Obrador jamás quiso hacer.
Y la neta, esa presencia en campo no solo ayuda a acelerar la atención, sino que da esperanza a quienes lo perdieron todo. Se nota la diferencia entre gobernar tras un escritorio y hacerlo cara a cara.
Peeeeero —porque siempre hay un, pero— la cosa se puso fea cuando la presidenta perdió la compostura.
Apenas la cuestionaron sobre la lentitud del gobierno en responder y la falta de búsqueda de los desaparecidos, y ¡pum! salió el carácter: pidió callar a los damnificados, y como no se dejaron, amenazó con irse.
Nada más le faltó decir “¡se acabó la fiesta!” frente a gente que perdió casa, patrimonio y hasta familia. Mal y de malas. La autoridad debe ser firme, sí, pero también entender el dolor ajeno, y ayer la presidenta mostró su lado menos empático.
Así que, en este país de contrastes, hoy tenemos una presidenta que se moja los pies, pero no tanto el corazón. Mientras la ayuda llega y los afectados siguen esperando milagros, ojalá que la empatía no se vaya con la tormenta.
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Quien dijera que recorrer los caminos inundados de Veracruz, Hidalgo, Puebla, Querétaro y San Luis Potosí sería tan complicado… y no sólo por los baches llenos de agua.
La presidenta Claudia Sheinbaum anduvo de gira por las zonas de desastre y, sinceramente, parece más visita de doctor que plan de reconstrucción. Dicen los que saben que la presidenta llega con las manos tan vacías como las cuentas del FONDEN, ese fondo de desastres naturales que, como jefe de Gobierno capitalino, no dudó en desaparecer. ¿Así cómo quiere que se le haga milagros?
Por si fuera poco, la ayuda que sí se deja ver son los soldados y marinos, pero tampoco hay muchos: la mayoría anda persiguiendo narcos o cuidando que no se les escape otro capo, mientras la población reclama desde sus casas inundadas y carreteras cortadas.
Si antes había coordinación entre estados y federación, ahora parece que cada uno lucha con lo que tiene… y no es mucho, que digamos.
Lo que no falta, eso sí, son los reclamos y críticas. Los damnificados se sienten abandonados, los gobernadores estatales piden apoyo a gritos y en Palacio Nacional sólo se escucha que “todo está bajo control” y “el pueblo es feliz”. Nadie sabe de dónde sacan esos datos optimistas que repiten en las mañaneras, pero lo cierto es que en las redes y en las calles la indignación crece, y las soluciones escasean.
A ver si ahora que la presidenta enfrenta la realidad de los desastres, se inventa un nuevo fondo (o mínimo una manera de que la ayuda llegue de verdad). Porque si todo fuera como lo pintan en las conferencias, ya viviríamos en Suiza y no tendríamos que preocuparnos por la próxima tormenta… pero por aquí cada vez que llueve, nos acordamos de lo que falta y de lo que prometieron.
Mientras algunos endulzan el oído con promesas, otros ven cómo se diluyen, literal, con el agua de los desastres. Y la pregunta que todos nos hacemos: ¿De verdad se podrá reconstruir sin recursos, sin fondos y sin coordinación? Ya veremos si la presidenta logra algo más que promesas y recorridos fotográficos.
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La presidenta Claudia Sheinbaum afirma que existen 19 mil millones de pesos disponibles para los damnificados, pero no especifica el origen de esos recursos ni cómo se transparentará su uso.
Además, no hay reglas de operación, pues el FONDEN fue eliminado; ese fondo sí contaba con mecanismos de control y transparencia. Por lo tanto, se teme que la discrecionalidad en el manejo de los recursos continúe, como ya nos hemos acostumbrado.
Por ahora, ni kits de limpieza se han entregado. Vale recordar que, durante las lluvias de 2006 en Ciudad Juárez, tras el desbordamiento del arroyo del Indio y del Dique de la Montada, en apenas dos días llegaron los kits de limpieza y las primeras despensas etiquetadas por el FONDEN.
En cuestión de una semana, llegaron refrigeradores, estufas, camas y otros enseres, que se almacenaron en el gimnasio municipal Nery Santos. En menos de un mes, se reubicó a los afectados en un fraccionamiento ya construido, adquirido a una constructora, con alrededor de 450 casas habitación. Así funcionaba el FONDEN.
En contraste, hoy en día no se ve ninguna respuesta similar, ni en la Ciudad de México ni en el Estado de México, incluso a mes y medio de las lluvias atípicas. Sheinbaum debería considerar pedirle prestado a Adán Augusto López Hernández recursos para los damnificados, con cargo al huachicoleo fiscal, y así podría salir del embrollo que dejó la desaparición del FONDEN.