¡Vaya semanita! Resulta que mientras los juaritos andaban viendo qué hacer con el calor y el dólar, en el norte se reescribía otra página del interminable culebrón entre México y Estados Unidos.
Primero le pusieron los aranceles a México, luego amenazaron con más aranceles, y ahora, para no perder la costumbre, los gringos regresan a territorio azteca una docena de personas sentenciadas por narcotráfico. Catorce, para ser exactos, que cruzaron de regreso para seguir purgando condena… pero ahora en casa.
La jugada, según el equipo de Donald Trump, les ahorra unos 4 millones de billetes verdes en custodias y comidas para los próximos 96 años de sentencias acumuladas. ¡Negocio redondo! Y todo, claro, bajo el elegante membrete del Programa Internacional de Transferencia de Prisioneros. O lo que es lo mismo: “tuyo es el problema, tú te lo quedas”.
Más allá de los números, en Washington dicen que seguirán con el jueguito. ¿La justificación? Bajar costos y desahogar cárceles federales, que ya no hay espacio ni para una rebanada más de pastel. Pero ojo, que en México tampoco andamos sobrados de celdas ni de recursos.
No faltará quien recuerde que, hace no mucho, el expresidente López Obrador cerró el mítico Cefereso 9 de Ciudad Juárez, dizque el más seguro del país, sólo porque sí. Ahí llegaron a parar huesos gruesos como El Chapo y El 40… pero ya no más.
Resulta que hoy los nuevos Ceresos están igual de apretados que una lata de sardinas, y ni el gobierno pasado ni el actual de Claudita Sheinbaum han construido uno nuevo. Eso sí, bien que cerraron los que funcionaban.
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Y para no variar, el presi Donald Trump, se llevó entre las patas a México cuando dijo que la violencia en Washington es igual a la de la Ciudad de México.
El mandatario estadounidense comparó la violencia de la capital estadounidense con la de Bogotá y la Ciudad de México, calificándolas como de las peores del mundo.
Trump respaldó su decisión con una ley de 1989 que permite federalizar la policía en la capital y afirmó que, de ser necesario, emplearía personal militar para restaurar el orden y seguridad. La medida se tomó pese a las protestas de la alcaldesa Muriel Bowser, quien no fue mencionada directamente en su declaración.
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Dicen que la música une a las personas, pero en esta ocasión parece que lo que realmente une a algunos es la oportunidad de hacer negocio. La anunciada fusión de los festivales Tecate Supremo y Tecate Península se ha convertido en el chisme del momento, aunque todavía nadie sabe bien a bien cómo será la repartición del pastel.
Lo curioso es que el año pasado, el evento dejó algo más que huella sonora en el ex Hipódromo: montañas de basura, latas por doquier y un festival de descuidos que terminó siendo la verdadera nota.
Sin embargo, lo que más ruido está haciendo debajo del escenario son los rumores sobre los favores concedidos desde el municipio. Que si no se cobró el uso del espacio, que si la policía y el servicio de rescate fueron gratuitos, y hasta la energía eléctrica se la robaron.
Mientras tanto, esperamos que los activistas de esos duros que hay en juaritos empiezan a alzar la voz, y se preocupen por el impacto que este tipo de eventos deja en la ciudad.
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Dicen en pasillos que la austeridad franciscana es como el cuento del traje invisible: todos la presumimos, pero nadie la ve.
Mientras el discurso oficial sugiere que la modestia debe ser emblema de los de Morena, la realidad es que el país observa relojes caros, ropa de marca, viajes, camionetas blindadas y cuentas bancarias que no entienden de medianía.
El llamado a “no exhibirse” revela más que una instrucción ética, una estrategia para mantener las apariencias. Al final, humildad sólo hay en el discurso, porque la opulencia, como el sol, no se puede tapar con un dedo.
Pero dice Clau Sheinbaum que deben los morenos vivir en la humildad franciscana, y en la medianía sin lujos; O sea los autoriza a que sigan acumulando y que se lo gasten después o a escondidas. Y lo de acumular pueden ser sueldos, canonjías o robando, nomás que no lo exhiban por favor.