Los restos del varón con enanismo se encontraron en 1990 por la Expedición Arqueológica de Łekno en el cementerio de esta localidad.
En el pequeño cementerio de Łekno, Polonia, un grupo de arqueólogos descubrió los restos óseos de un hombre con dos formas de enanismo. Esta rara afección nunca antes se había observado en un esqueleto antiguo.
Łekno sólo tiene unos cientos de habitantes en la actualidad, pero en los siglos IX al XI fue una ciudad fortificada con una pequeña iglesia en su centro. En el siglo XII, los cistercienses, una orden religiosa católica de monjes y monjas, establecieron un monasterio en la ciudad.
Alrededor de 1450 se creó el cementerio, donde se enterró tanto a monjes como a laicos hasta el siglo XVI.
Dicho cementerio fue excavado en 1990 por la Expedición Arqueológica de Łekno y se encontraron en él más de 400 enterramientos. Entre ellos el de un varón etiquetado como Ł3/66/90. La datación por carbono del esqueleto sugería que el hombre vivió entre los siglos IX y XI.
“El hecho de que la tumba se encontrara en un muro de la fortaleza es desconcertante”, dijo la bioarqueóloga Magdalena Matczak, quien fue una de las participantes en las excavaciones, a Live Science. “Este tipo de enterramientos no se practicaban en la Polonia medieval”.
Matczak y sus colegas hicieron otro descubrimiento: el hombre tenía múltiples displasias esqueléticas. Estas son enfermedades hereditarias que afectan al desarrollo y la forma de huesos, cartílagos, músculos, tendones y ligamentos. Esto llevo a sospechar a los arqueólogos que el hombre probablemente padecía dos formas distintas de enanismo.
A través de la generación de modelos en 3D, los investigadores enfocaron su investigación en la forma anormal de varios huesos: un cráneo desproporcionado, canales estrechos para la médula espinal, costillas cortas y huesos de la cadera ensanchados.
El conjunto de estas deformaciones los llevó a concluir que el hombre padeció acondroplasia, una enfermedad en la que una persona tiene brazos y piernas muy cortos, un torso de tamaño medio y una cabeza más grande de lo normal.
Además, también detectaron en los restos la presencia de discondrosteosis de Léri-Weill (LWD) por sus codos torcidos y su paladar alto y arqueado.
“Mientras que la acondroplasia ha sido la displasia más comúnmente encontrada en el registro arqueológico, sólo se han diagnosticado unos pocos casos de LWD”, escribieron los investigadores en el estudio, publicado en el International Journal of Osteoarchaeology.
El individuo Ł3/66/90 es “el primer caso de acondroplasia y LWD del periodo medieval en Europa Central”, señalaron.
A partir del hallazgo, el plan de Matczak y sus colegas es comprender mejor la vida y la muerte de este hombre medieval.
“Lo enterraron sin ajuar funerario, pero en una tumba típica, lo que indica su adecuada conmemoración tras su muerte”, dijo Matczak. “Dependiendo de si el hombre era laico o monje, su vida podría haber variado mucho según su condición genética. El monasterio era un lugar de mayor inclusión para personas físicamente diferentes del mundo laico, con sus mayores exigencias físicas para cumplir el papel de marido y padre.”
A pesar de que estas dos afecciones coexistían en pacientes contemporáneos, no existía ninguna prueba esquelética antigua de ello, dijo Francesco Galassi, paleopatólogo de la Universidad Flinders de Australia que no participó en el estudio.
El experto dijo que sería útil disponer de más datos sobre la complejidad de estas displasias aparentemente superpuestas.
Para ello sugirió que las pruebas paleogenéticas que examinan dos genes (el gen del receptor 3 del factor de crecimiento de fibroblastos (FGFR3) y el gen homeobox de estatura baja (SHOX)) podrían aclarar algunas de las conclusiones de la investigación.
Los investigadores también analizan la dieta del hombre mediante isótopos de carbono y nitrógeno, cuyos resultados también podrían ayudar al equipo a comprobar su estimación de cuándo vivió.
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