Un tanque que transporta soldados de infantería ucranianos se dirige a toda velocidad hacia una posición marcada en un mapa con una lámina metálica. Los soldados descienden, lanzan granadas y disparan ráfagas de ametralladora. Luego repiten la maniobra, cada vez más rápido.
Es sólo un simulacro, pero con los ruidos de la guerra real retumbando a apenas siete kilómetros (cuatro millas), este entrenamiento diario subraya lo mucho que está en juego en el frente noreste de la guerra de Ucrania, donde oficiales militares dicen que ya ha comenzado una muy anticipada ofensiva rusa, con combates que podrían definir la siguiente fase del conflicto.
El tiempo es esencial aquí, por lo que la velocidad y la cohesión son el objetivo de los ejercicios que combinan los tanques de reserva y las unidades de asalto de infantería.
“La sincronización será importante para detener las ofensivas rusas hacia las líneas defensivas ucranianas”, explica el coronel Petro Skyba, comandante de batallón de la 3ra. Brigada Separada “Hierro”, de Tanques.
En las últimas semanas, se han intensificado los combates de artillería en las cercanías de Kupiansk, una ciudad estratégica en el extremo oriental de la provincia de Járkiv, a orillas del río Oskil, a medida que los ataques rusos se intensifican en un intento por capturar todo el corazón industrial ucraniano conocido como Donbás, que incluye las provincias de Donetsk y Luhansk.
Para el Kremlin sería una victoria urgentemente necesaria ahora que la guerra ha entrado en su segundo año.
Un triunfo en Kupiansk podría decidir las futuras líneas de ataque para ambos bandos: si Rusia logra empujar a las fuerzas ucranianas al oeste del río, despejaría el camino para una ofensiva significativa más al sur, donde se encuentran los límites administrativos de Luhansk y Donetsk. Si las defensas ucranianas resisten, podrían revelar las vulnerabilidades rusas y permitir una contraofensiva.
The Associated Press habló sobre los combates con generales, comandantes y soldados de tres brigadas de la zona de Kupiansk, así como con civiles de la ciudad afectados por las batallas encarnizadas.
“El enemigo aumenta sus esfuerzos constantemente, pero nuestras tropas también están aumentando sus esfuerzos allí, haciendo reemplazos oportunos y manteniendo la defensa”, asegura el general de brigada Dmytro Krasylnykov, comandante del grupo conjunto de tropas en la región de Járkiv.
En los pueblos y aldeas que quedan en los caminos de los combates, los constantes bombardeos rusos han arrasado casas, y algunas residencias han sido alcanzadas repetidamente por los proyectiles. Los civiles esperan comida en medio del frío y hacen filas para recibir raciones de leche y materiales para cubrir las ventanas rotas.
“No tenemos nada que ver con esta guerra. Entonces, ¿por qué pagamos el precio?” pregunta Oleksandr Luzhan, cuya casa materna fue atacada dos veces.
En el campo de batalla, unos soldados ucranianos colocaron un lanzacohetes en posición de combate, apuntando el arma según las coordenadas que les enviaron sus comandantes. Esperan la orden final.
Los segundos se convierten en minutos. La nieve cae silenciosamente en grumos gruesos y húmedos junto a un campo marchito de girasoles.
“¡Fuego!” Una salva de cohetes se eleva al cielo y luego cae hacia objetivos rusos, a menudo tanques o vehículos blindados de transporte de personal. Para escapar de cualquier contraataque, los militares de la 14ta. Brigada del ejército de Ucrania recogen todo y se marchan en un BM-21 “Grad” de la era soviética.
A lo largo del frente noreste, no hay victorias rápidas, expresa Vitaly, el artillero de la operación, quien sólo se identificó con su nombre de pila de acuerdo con los protocolos militares ucranianos. “Es la guerra: alguien retrocede, alguien avanza. Todos los días hay cambios de posición”, agrega.
Rusia arreció sus ataques a principios de febrero después de desplegar tres divisiones importantes en la zona. La lucha se centra en el noreste de Kupiansk, donde las tropas del Kremlin han pasado a la ofensiva con ganancias territoriales marginales. Hasta ahora las fortificaciones ucranianas han impedido grandes avances, según altos cargos militares ucranianos.
Para Rusia, la operación en Kupiansk tendría dos objetivos: desalojar a las fuerzas ucranianas de los asentamientos a lo largo de los límites provinciales permitiría la captura de la provincia de Luhansk.
Hacer retroceder a las tropas ucranianas al oeste del río Oskil y encerrarlas allí crearía una nueva línea defensiva y evitaría despliegues en la crítica línea Svatove-Kreminna más al sur, donde se realiza una ofensiva rusa separada para capturar la región de Donetsk recuperando los puestos abandonados en Lyman.
Svatove, que fue ocupada por Moscú la primavera pasada, está a 60 kilómetros (37 millas) al sureste de Kupianske.
Las fuerzas ucranianas confían en mejorar la coordinación entre las unidades de infantería y de tanques para privar a Rusia de la oportunidad de abrir una brecha en las líneas ucranianas. Las tropas de Ucrania siguen controlando los asentamientos en el interior de Luhansk, cerca de la frontera con Járkiv.
La escasez de artillería y municiones es una preocupación real en este frente, donde el paisaje es muy boscoso, las pequeñas aldeas están separadas por vastas tierras de cultivo y los soldados ucranianos están bajo nueve horas de bombardeos algunos días. Las armas de largo alcance contribuirían a victorias más rápidas en ese entorno, considera Krasylnykov.
Serhii, un soldado de infantería de la Brigada 92 que también se identificó solamente por su nombre de pila, admite que la escasez de municiones estaba afectando la capacidad de su unidad para avanzar y ocupar posiciones enemigas.
“Ellos pueden hacer 40 disparos hacia nuestra dirección y nosotros podemos disparar dos veces al blanco”, afirma. “Ellos tienen cantidad, pero nosotros somos más eficientes”.
Cree que los próximos meses serán críticos. Los rusos claramente “quieren aislarnos del río Oskil. Quieren que nuestras tropas emprendan la retirada… y puedan ocupar todo el territorio a lo largo del río desde Kupiansk hasta Kreminna, pero no lo permitiremos”, asegura.
Entre los escombros de una casa destruida donde descansaba un grupo de militares queda una mano amputada de un soldado ucraniano. Los drones de reconocimiento rusos detectaron a los soldados y un misil S-300 partió la casa en dos el 17 de febrero.
Olena Klymko vive al lado. El impacto destrozó sus ventanas y dañó su techo.
Los cañoneos rusos lanzados contra Kupiansk, una ciudad con una población de 27.000 habitantes antes de la guerra, se han vuelto tan frecuentes que “cada vez que nos vamos a dormir rezamos a Dios para despertar por la mañana”, declara. A veces, los ataques parecen tener objetivos claros por donde pasan los soldados.
Otras veces, son de carácter aleatorio.
Los ataques son aún más intensos en los suburbios de Kupiansk, más cerca de las líneas rusas, donde también es limitado el acceso a los suministros.
Los residentes de la aldea fronteriza de Vovchansk conducen tres horas hasta un puente improvisado en el embalse de Pechenizhske, que conduce a Járkiv. Es la única forma en que pueden recoger suministros, afirman los residentes. Rara vez salen de sus casas, temerosos de los cañoneos intensos.
Sin embargo, al igual que muchos ucranianos que viven en zonas de peligro similares a lo largo de los 1.000 kilómetros (620 millas) de la línea del frente, la mayoría no está dispuesta a abandonar sus hogares para siempre.
En el pueblo de Zelena, decenas de ancianos esperaban bajo un cobertizo para autobuses, en medio de una nevada intensa, la llegada de un camión con comida.
“Hoy es un día tranquilo, gracias a Dios”, expresa Victoria Bromska, mientras llevaba su carrito con alimentos de vuelta a casa.
Luzhan recoge tablas de madera y otros artículos distribuidos por un grupo de ayuda suizo llamado Heks/Eper para sellar huecos en la casa de su madre. Alrededor de una cuarta parte de los que buscan kits de refugio ofrecidos por el grupo en Kupiansk vienen por segunda vez. Los kits los ayudan a aumentar la temperatura en sus casas afectadas.
La casa alcanzada en el ataque del 17 de febrero pertenecía a una mujer mayor cuyos hijos la evacuaron a Járkiv. Es común que la gente le ofrezca a los militares ucranianos un lugar para descansar, a pesar de los riesgos, explica Klymko.
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