Este martes, los cardenales comenzaron a instalarse en la residencia de Santa Marta y otros recintos del Vaticano, donde permanecerán totalmente aislados del mundo para elegir al sucesor del Papa Francisco. El cónclave, que oficialmente inicia el miércoles, mantiene en vilo a más de 1,400 millones de católicos alrededor del planeta.
El papa Francisco, el primero latinoamericano y símbolo de una era reformista, deja una Iglesia profundamente dividida y expectante. El arzobispo de Argel, Jean-Paul Vesco, indicó que hay al menos “cinco o seis perfiles” con posibilidades reales de ser elegidos, aumentando la tensión en torno al resultado del proceso.
A partir de las 15:00 horas del miércoles, se cortarán todas las señales telefónicas y de internet en el Vaticano. Los 133 cardenales electores estarán incomunicados, sin acceso a medios ni tecnología, bajo pena de excomunión si rompen el juramento de secreto. Un acto de fe… y disciplina absoluta.
Santa Marta, donde vivía el propio Francisco, será la sede principal del cónclave, aunque por la gran cantidad de cardenales (provenientes de 70 países), se habilitaron espacios adicionales. La distribución de habitaciones fue decidida por sorteo, y cada purpurado deberá entregar su celular antes de la misa previa al encierro.
Miles de fieles ya se concentran en la Plaza de San Pedro, atentos a la emblemática chimenea de la Capilla Sixtina, de donde saldrá la famosa “fumata blanca” cuando se elija al nuevo Papa. En 2005 y 2013, el proceso tomó dos días. Esta vez, algunos vaticinan que podría alargarse.
El personal que prestará asistencia a los cardenales —médicos, cocineros, limpieza— también juró guardar el más estricto secreto. En un ambiente de oración, estrategia y vigilancia, comienza la elección del 267º pontífice, en uno de los procesos más misteriosos y simbólicos del mundo religioso.
