El presidente de Estados Unidos utilizó la tribuna de la Asamblea General de Naciones Unidas para proyectarse como “pacificador en jefe” y crítico implacable de la organización, en un discurso que rompió con las reglas de tiempo y de protocolo diplomático. A lo largo de su intervención, el mandatario afirmó que la ONU es incapaz de resolver conflictos y que Estados Unidos ha devuelto al mundo a una “edad dorada” bajo su liderazgo.
La participación del republicano superó ampliamente los minutos estipulados para cada jefe de Estado. A diferencia de otros líderes, en su turno no apareció la luz roja que marca el límite de tiempo. Entre bromas iniciales y críticas directas, arremetió contra el orden mundial, la eficacia de Naciones Unidas y el papel de los países miembros, a quienes acusó de estar siendo “arruinados” por la inmigración.
Trump aseguró que “es hora de terminar con este fracasado experimento de fronteras abiertas”, responsabilizando a la ONU de financiar, sin pruebas, “oleadas de migrantes” que intentarían ingresar ilegalmente a su país. En contraste, elogió a El Salvador por encarcelar a “criminales” deportados desde Estados Unidos, a quienes señaló como ejemplo de su política migratoria.
El mandatario improvisó parte del discurso debido a una falla en el teleprompter. Aprovechó para bromear sobre el mal funcionamiento de la organización, recordando que, en su época como empresario, no le otorgaron un contrato para remodelar las instalaciones de la ONU. Esa mención marcó un tono personal y desafiante en una intervención que duró hasta cuatro veces más que las del resto de líderes.
En materia migratoria, insistió en que su Gobierno ha aplicado “medidas contundentes” para frenar la migración irregular, comparando la situación de Estados Unidos con lo que calificó como “el caso perdido” de Europa. Según dijo, la masiva presencia de extranjeros en cárceles europeas sería prueba del fracaso del modelo de fronteras abiertas.
Aunque una portavoz de la Casa Blanca había anticipado que el discurso se centraría en “cómo las instituciones globales han deteriorado el orden mundial”, el presidente fue más allá. Desestimó el accionar de la ONU, a la que acusó de limitarse a “escribir cartas con palabras muy fuertes” sin resultados concretos. Con tono provocador, aseguró que “todo el mundo” pide que se le conceda el Nobel de la Paz, aunque agregó que su verdadera meta no es recibir premios, sino “salvar vidas”.