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Cruz se amarra con Andy

by JRZnoticias
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Tuvo alcalde finD movido en chiguas

La Fiesta, desayunadero del momento

Loera le mete duro al proselitismo

Maru se compromete con la sierra

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El presidente municipal Cruz Pérez Cuéllar tuvo un fin de semana particularmente movido. Para empezar, el sábado mantuvo una reunión nada menos que con Andy, hijo del expresidente Andrés Manuel López Obrador, en la capital del estado.

Fue el propio Cruz quien compartió en sus redes sociales el encuentro:

“Un gustazo saludar y platicar con Andrés Manuel López Beltrán, en su visita a Chihuahua capital. Seguimos dándole”, escribió, evitando llamarlo ‘Andy’.

Cabe recordar que recientemente Andrés Manuel López Beltrán, secretario de Organización de Morena, pidió a los medios dejar de referirse a él como ‘Andy’, pues considera que este apodo minimiza el legado de su padre. Esta solicitud surge tras las críticas por la derrota de Morena en las elecciones locales de Durango, donde López Beltrán coordinó la operación política del partido.

Durante su estancia en Chihuahua, López Beltrán encabezó una reunión enfocada en fortalecer la estructura territorial de Morena de cara a las elecciones de 2025. Al encuentro asistieron dirigentes estatales y municipales, así como coordinadores de distrito, quienes refrendaron su compromiso de consolidar la presencia del partido en el estado y de fomentar la unidad interna entre la militancia.

Tras la reunión con López Beltrán, el alcalde Pérez Cuéllar continuó su recorrido por otros municipios, en una evidente precampaña disfrazada de visitas oficiales. Estuvo en Jiménez junto al alcalde Pancho Muñoz y, posteriormente, visitó Camargo para respaldar con entusiasmo a su amigo Fito Trillo y a su equipo, quienes han enfrentado acusaciones de abuso de autoridad por parte de Jorge Aldana.

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La Fiesta es el desayunadero del momento. El emblemático restaurante y cabaret fundado en 1954 en Ciudad Juárez, reabrió sus puertas el pasado viernes después de permanecer cerrado medio siglo.

El inmueble, que según su nuevo dueño Francisco Yepo respeta su diseño original y ahora bajo la administración de La Nueva Central, ofrecerá servicios de restaurante y eventos en vivo, buscando recuperar su relevancia histórica como punto de encuentro cultural y social para la ciudad.

La Fiesta regresó en medio de polémicas. El inmueble pasó a manos del señor Francisco Yepo, uno de tantos personajes que han aprovechado oportunidades en Ciudad Juárez. Dicen que la adquisición del local fue todo menos clara, y que contó con el apoyo de figuras del gobierno.

Vale la pena recordar que ese edificio fue rescatado y adquirido con recursos públicos durante el sexenio del exgobernador José Reyes Baeza; sin embargo, como ha ocurrido con otros espacios, terminó en manos privadas.

A muchos les da la impresión de que, en esas operaciones de venta de lo público a lo privado, tuvo mucho que ver Eleno Villalba, conocido como “El Bueno”; al menos así fue con la Plaza de la Tecnología y dos estacionamientos, que pasaron por procesos similares. Muy polémicos.

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Dicen que la política es el arte de lo posible, pero en estos tiempos también estelares de la 4T también es el arte de la siembra. El senador juarense Juan Carlos Loera de la Rosa lo entiende muy bien.

Su reciente evento, donde reunió a más de 100 jóvenes en el taller legislativo Lex Populi, fue presentado como una apuesta por la formación y el compromiso ciudadano. Pero, siendo francos, muchos no se chupan el dedeo y es que los talleres y “semilleros” muchas veces huelen más a casting para futuras filas de Morena que a genuino interés por el bien común desde el Senado.

El discurso de Loera fue pulido, lleno de frases sobre la importancia del trabajo en equipo y hacer política con “componente humano”. Nada que objetar, en teoría. Pero detrás de la foto con jóvenes entusiastas y de la retórica sobre ciudadanía, hay una pregunta incómoda:

¿de verdad buscan empoderar a nuevas generaciones o sólo asegurar relevos para la maquinaria partidista cuatroteista?

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Después de la tragedia de Cerocahui hace tres años, cuando la violencia tocó fondo y la indignación subió a la superficie por la muerte de dos sacerdotes jesuitas, las autoridades voltearon los ojos a la sierra de Chihuahua.

El hecho violento en donde también fue asesinado un guía de turistas puso en evidencia la profunda vulnerabilidad de la sierra ante la violencia generada por los grupos de narcotráfico y el abandono del sector público.

Con el tiempo, la indignación social y la presión mediática obligaron a las autoridades a voltear la mirada hacia una zona que, por años, había sido relegada a la sombra. El dolor de Cerocahui se convirtió en un llamado urgente para atender la seguridad, la justicia y el bienestar de las comunidades indígenas y rurales de Chihuahua. Desde entonces, se han anunciado programas y acciones para evitar que una tragedia así se repita y para devolverle a la Sierra Tarahumara la atención que merece.

Bajo este contexto la gobernadora Maru Campos anduvo por la sierra este fin de semana. Allá afirmo que su gobierno ha invertido más de mil 500 millones de pesos en la región, y que hay programas de apoyo que van desde la entrega de frijol y maíz hasta el acompañamiento nutricional para evitar que la niñez indígena siga pagando las cuentas de la desigualdad.

La columna vertebral de esta estrategia, según la gobernadora, es el programa Juntos por la Sierra Tarahumara. Pero, fuera de los boletines y las cifras, la pregunta que vale oro es: ¿ya se sienten estos apoyos en las comunidades o seguimos sumando números a la larga lista de buenas intenciones? Porque repartir toneladas de alimentos y formar comités suena bien en el papel, pero la Tarahumara tiene memoria larga y sabe que la ayuda, muchas veces, se evapora antes de llegar.

Campos presume coordinación con la Diócesis y las autoridades locales, dice que la paz y el bienestar se construyen entre todos, y hasta cita la entrega de más de 85 mil apoyos alimenticios, la formación de comités agropecuarios y programas de salud que, según las cifras, cubren a miles. Pero si algo enseña la sierra, es que la realidad suele moverse a un ritmo muy distinto al del discurso oficial.

No es que se desconfíe por deporte, pero la Tarahumara ha sido, por décadas, ejemplo de cómo los gobiernos pasan y la marginación se queda. Por eso, la verdadera apuesta no es sólo repartir ayuda, sino construir confianza, presencia permanente y soluciones de fondo, no de coyuntura.

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