Los intelectuales de izquierda llevaban años soñando con tener el control de los tres poderes. Y mira nada más: después de tanto batallar, ahora sí lo consiguieron. Hoy, en México, Morena manda en el Ejecutivo, el Congreso y, para rematar, hasta en la Suprema Corte. Total, están en todos lados y no hay quien les haga sombra.
Ahí estuvieron en días pasados en el Palacio Nacional, abrazando el proyecto de la Cuarta Transformación, ya son el oficialismo, con la misma narrativa de siempre, ya suenan a disco rayado de los gobiernos de antes.
Claudia Sheinbaum estrenó el escenario con su primer informe, refrendando que la 4T sigue y, además, va por más. En breve vendrán nuevas reformas para seguir con el plan ¡faltaba más! Pero la joya de la corona, sin duda, es la reforma judicial que deja atrás el nepotismo y la corrupción, según dicen los voceros oficiales. Y vaya que el Patio de Honor lució como pasarela de empresarios y figuras políticas, todos bien sentaditos y atentos, validando la elección pasada del primero de junio.
Hugo Aguilar, flamante Ministro Presidente —y excompañero de AMLO—, llegó con fuerza y rechazó ser parte de la “Corte del acordeón”. Dijo que su llegada es mérito de los votos… aunque, claro, sólo el 13% del padrón salió a votar, y eso de los acordeones para inducir sufragios quedó como para juicio de la historia.
En el Senado, la toma de protesta fue solemne, pero no faltaron los reclamos. El panista Ricardo Anaya se lució denunciando irregularidades: mayoría artificial, comités hechos a modo, tómbolas amañadas y escasa participación. Dice que no van a descalificar a todos, pero tampoco se van a quedar callados.
La jornada cerró con la instalación de la nueva Suprema Corte y el discurso del Ministro Aguilar, quien prometió diálogo y colaboración institucional, pero —ojo— sin perder la independencia. La historia lo dirá, y por sus sentencias los conoceréis.
Mientras tanto, México estrena una etapa donde los contrapesos parecen haber pasado de moda y la hegemonía de Morena se lleva los reflectores.