Una potente erupción solar ocurrida el pasado 31 de mayo de 2025 ha provocado una eyección de masa coronal (CME) masiva y dirigida directamente hacia la Tierra, desatando una severa tormenta geomagnética clasificada como G4, el segundo nivel más alto en la escala de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA). El evento fue detectado y monitoreado en tiempo real por los avanzados instrumentos del Laboratorio de Investigación Naval de Estados Unidos (NRL), incluyendo el coronógrafo CCOR-1 a bordo del satélite GOES-19.
Las tormentas geomagnéticas son fenómenos que ocurren cuando partículas cargadas del viento solar interactúan con el campo magnético de la Tierra, alterando su equilibrio. Una clasificación G4 indica una perturbación intensa con el potencial de generar interrupciones significativas. Según la NOAA, este tipo de eventos puede afectar sistemas GPS y la navegación aérea, interferir con las comunicaciones de radio de alta frecuencia, aumentar la resistencia atmosférica para satélites en órbita baja y presentar riesgos para redes eléctricas y misiones militares sensibles.
El fenómeno fue registrado como una CME de halo, lo que significa que la eyección de masa coronal se expandió en todas direcciones, con su centro apuntando directamente hacia nuestro planeta. Karl Battams, científico computacional del NRL, informó que el evento se desplazó a una impresionante velocidad de más de 1,700 kilómetros por segundo. Aunque la erupción solar fue considerada “lenta” en términos astronómicos, liberó una cantidad considerable de energía que impactó la magnetosfera terrestre, dando como resultado auroras polares visibles incluso en lugares tan al sur como Nuevo México, Estados Unidos.
Especialistas han emitido advertencias sobre el impacto potencial de este tipo de eventos extremos en sistemas militares y de defensa nacional, que son particularmente vulnerables. Las comunicaciones satelitales, el posicionamiento y sincronización GPS, así como los sistemas de teledetección y vigilancia, son algunos de los servicios críticos que podrían verse comprometidos. Arnaud Thernisien, físico del NRL, enfatizó la importancia de estas alertas para que agencias como el Departamento de Defensa puedan prepararse adecuadamente ante posibles interrupciones tecnológicas.
El NRL ha estado a la vanguardia de la investigación heliosférica desde su primera detección de una CME en 1971. A lo largo de las décadas, ha desarrollado una robusta red de instrumentos para el monitoreo solar en tiempo real. Entre estas herramientas clave se encuentran LASCO (lanzado en 1996 con la misión SOHO), SECCHI (2006, misión STEREO), WISPR (2018, sonda solar Parker), SoloHI (2019, misión Solar Orbiter) y el recién incorporado CCOR-1 (2024, a bordo del GOES-19 de NOAA). Estos instrumentos no solo permiten la observación de eventos, sino también la predicción de su trayectoria, intensidad y posibles impactos, información vital para la meteorología espacial.
Si bien las tormentas solares de gran magnitud no son frecuentes, los eventos extremos pueden tener consecuencias graves para la infraestructura tecnológica global. Una CME de alta velocidad como la observada puede alcanzar la Tierra en tan solo 18 horas, dejando poco margen de maniobra para la preparación. Más allá de las afectaciones técnicas, estos fenómenos ofrecen una valiosa oportunidad para el estudio del clima espacial, lo que permite mejorar la preparación y resiliencia ante futuras amenazas, tanto para la población civil como para las operaciones militares.