El balance del terremoto que sacudió hace una semana Turquía y Siria ascendió este lunes a más de 35.000 muertos y ante las escasas perspectivas de encontrar supervivientes los esfuerzos se orientan ahora a ayudar a los cientos de miles de personas que se quedaron sin hogar.
Una semana después del sismo de magnitud 7,8, los medios turcos siguen reportando que los rescatistas han logrado sacar supervivientes de los escombros de ciudades enteras que quedaron en ruinas.
El balance confirmado es de 35.224 muertos, 31.643 en Turquía y 3.581 en Siria, lo que convierte a este cataclismo en el quinto más mortífero desde el inicio del siglo XXI.
La ONU denunció el fracaso del envío de ayuda para Siria, un país ya devastado por más de una década de guerra.
En Siria el registro de fallecidos permanece estable desde hace días, por lo que el balance puede subir y con cada día que pasa disminuyen las posibilidades de encontrar supervivientes.
En la localidad turca de Kahramanmaras, cerca del epicentro, se instalaron 30.000 tiendas de campaña y hay 48.000 damnificados en escuelas y otras 11.500 personas albergadas en centros deportivos.
En esta provincia hay cientos de equipos de rescatistas desplegados, pero en siete zonas de la provincia los socorristas terminaron sus labores.
La ciudad turca de Antakya, una localidad milenaria, conocida como Antioquía en la Antigüedad, quedó arrasada y el terremoto derribó la mezquita más antigua del país.
“Este lugar tiene un significado muy importante para nosotros”, dijo suspirando Havva Pamukcu. “Era un lugar preciado para todos nosotros, turcos y musulmanes. La gente tenía la costumbre de venir aquí ante de hacer el peregrinaje a la Meca”.
A pocos metros, una iglesia ortodoxa fundada en el siglo XIV – y reconstruida en 1870 tras un anterior terremoto – perdió todos sus muros.
En la ciudad, los equipos de retirada de escombros comenzaron a trabajar y a instalar de baños de emergencia, y un reportero de la AFP dijo que volvió la señal de telefonía.
Antakya es patrullada por un nutrido contingente de policías y militares para evitar los saqueos que se produjeron durante el fin de semana.
El vicepresidente turco, Fuat Oktay, dijo el domingo que 108.000 edificios fueron dañados en toda la zona afectada por el sismo y que 1,2 millones de personas están siendo albergadas en habitaciones estudiantiles y 400.000 damnificados fueron evacuados de la región.
En Turquía crece la indignación por la mala calidad de los edificios y la respuesta gubernamental.
La situación es especialmente compleja en Siria, donde Bab al Hawa es el único punto por el que puede entrar ayuda internacional a zonas bajo control rebelde después de casi 12 años de guerra civil.
Los suministros son vitales para un país donde el sistema de salud y la infraestructura están en ruinas tras el conflicto que opone el gobierno de Bashar al Asad con varios grupos rebeldes que controlan parte del territorio.
Por el cruce de Bab al Hawa pasaron diez camiones de la ONU rumbo al noroeste de Siria, según un periodista de AFP.
El convoy está cargado con materiales como plásticos para confeccionar albergues de emergencia, cuerdas y mantas, pero también herramientas como desatornilladores y clavos.
El jefe de emergencias de la ONU, Martin Griffiths, afirmó que se requiere mucha más ayuda más para las millones de personas que están sin hogar.
“Hasta ahora le hemos fallado a la gente del noroeste de Siria. Se sienten abandonados. Buscan la ayuda internacional que no ha llegado”, indicó Griffiths en Twitter.
El jefe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, se reunió el domingo en Damasco con Asad y dijo que el líder sirio afirmó estar dispuesto a abrir más pasos fronterizos para ayudar a ingresar ayuda a zonas bajo rebeldes.
“Las crisis combinadas de conflicto, covid, cólera, declive económico y ahora el terremoto, han tenido un costo insoportable”, declaró Tedros tras visitar la ciudad siria de Alepo.
Tedros indicó que Asad está dispuesto a abrir más pasos para llevar ayuda a las zonas que controlan los rebeldes en el noroeste.
Los rescatistas sirios se quejaron de la falta de sensores y equipo avanzado de búsqueda, por lo que deben excavar cuidadosamente entre los escombros con palas o las manos desnudas.
“Si tuviéramos este tipo de equipo habríamos salvado cientos de vidas, si no más”, aseguró Alaa Moubarak, jefe de defensa civil de Jableh, en el noroeste de Siria.
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