Un equipo internacional de investigadores ha logrado un hito sin precedentes: identificar tres ejemplares de agujeros negros supermasivos en el acto de devorar estrellas masivas. El estudio, publicado el pasado miércoles 4 de junio de 2025 en la revista Science Advances, marca un avance crucial en la observación de estos fenómenos cósmicos, considerados entre los más energéticos del universo desde la explosión del Big Bang. Los agujeros negros, por su naturaleza, son invisibles; sin embargo, revelan su presencia al interactuar con objetos celestes como las estrellas.
Cuando una estrella se aventura lo suficientemente cerca de un agujero negro, la descomunal fuerza gravitacional de este último comienza a desmembrarla y absorber su materia, lo que genera un destello de energía tan intenso que permite su detección. Los eventos analizados, denominados por los astrónomos como “transitorios nucleares extremos”, fueron observados mientras los agujeros negros aniquilaban estrellas que superaban entre tres y diez veces la masa de nuestro Sol. Durante este cataclismo cósmico, se liberó una cantidad de energía superior a la equivalente a cien supernovas, produciendo un brillo visible durante varios meses e iluminando agujeros negros que de otro modo habrían permanecido inactivos y ocultos.
Según un comunicado de la NASA, estas explosiones cósmicas se erigen como las más energéticas detectadas hasta la fecha desde el origen mismo del universo. Anna Payne, científica del Instituto Científico del Telescopio Espacial de Baltimore y coautora del estudio, compartió su entusiasmo: “Lo que me parece tan emocionante de este trabajo es que estamos superando los límites de lo que consideramos los entornos más energéticos del universo”. Esta capacidad de observar eventos de tal magnitud abre nuevas ventanas para comprender la dinámica extrema del cosmos.
La identificación de estos fenómenos no fue una tarea sencilla; requirió un meticuloso análisis de cómo la luz en las bandas de rayos X, ultravioleta y óptica se iluminaba y atenuaba con el tiempo, creando una “huella dactilar” energética característica de los agujeros negros mientras consumen una estrella. Esta firma energética fue esencial para confirmar la naturaleza única de los eventos. Uno de los casos, apodado “Barbie” (por su designación ZTF20abrbeie), fue detectado en 2020 por la Instalación Transitoria Zwicky (ZTF) en California. Los otros dos fueron descubiertos en 2016 y 2018 por la misión Gaia de la Agencia Espacial Europea (ESA), con observaciones posteriores del Observatorio Swift de la NASA y la sonda WISE (reactivada como NEOWISE) que confirmaron la conexión con agujeros negros y permitieron el estudio del polvo interestelar circundante.
Jason Hinkle, estudiante graduado de la Universidad de Hawái y autor principal del estudio, explicó que estos eventos ofrecen una valiosa oportunidad de observación. “Estos eventos nos permiten detectar agujeros negros que de otro modo serían invisibles”, afirmó. Destacó además que la luz emitida tarda más de 100 días en alcanzar su máxima intensidad, lo que proporciona una ventana única para monitorear su evolución en tiempo real. Hinkle, quien continuará su investigación como becario Hubble, subrayó la importancia de estos fenómenos para comprender el impacto de los agujeros negros en sus galaxias anfitrionas, ya que la intensa radiación emitida podría influir en el entorno galáctico y afectar procesos como la formación de nuevas estrellas.
Aunque la mayoría de los agujeros negros supermasivos no se alimentan activamente de gas o polvo —se estima que solo el 10% lo hace de forma constante—, los transitorios nucleares extremos ofrecen una vía alternativa para detectarlos, incluso en el universo primitivo. La luz ultravioleta que generan puede desplazarse al infrarrojo debido a la expansión del universo, haciéndolos visibles para telescopios de próxima generación como el James Webb o el futuro Telescopio Espacial Nancy Grace Roman, cuyo lanzamiento está previsto entre 2026 y 2027. Este último podría detectar eventos ocurridos hace más de 12 mil millones de años, lo que ayudaría a los científicos a reconstruir la historia temprana de galaxias y agujeros negros. “Estos tres eventos pueden servir como modelo para identificar muchos más en el futuro”, concluyó Anna Payne, enfatizando el potencial de estos hallazgos para revolucionar nuestra comprensión del universo más oscuro y remoto.