En las últimas semanas, México y Estados Unidos han vivido protestas fuertes y, en algunos casos, violentas. Lo más extraño es que ocurrieron casi al mismo tiempo, y esto ha generado dudas sobre si existe una tensión creciente entre ambos países.
Protestas que parecen responderse una a la otra
Primero, en Estados Unidos hubo manifestaciones por las redadas migratorias. Durante ese momento, Kristi Noem, una funcionaria estadounidense, lanzó una acusación que sorprendió a muchos:
dijo que la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, estaba “alentando” esas protestas dentro del territorio estadounidense.
La acusación cayó como bomba en México.
Sheinbaum respondió casi de inmediato y calificó esas declaraciones como “absolutamente falsas”, diciendo que México jamás interferiría en las protestas internas de otro país. Además, aseguró que esas declaraciones de Noem eran políticas, más que basadas en hechos reales.
Poco después, en México ocurrió algo que para algunos resultó sospechoso: las protestas del 15 de noviembre frente a Palacio Nacional, donde hubo disturbios y enfrentamientos con la policía.
En México, el gobierno respondió a esa movilización diciendo que algunos grupos de derecha —incluyendo sectores cercanos a la derecha estadounidense— habrían ayudado a impulsar o amplificar las protestas en México.
En resumen:
Noem acusa a Sheinbaum de provocar protestas en Estados Unidos.
Sheinbaum acusa a la derecha de Estados Unidos de influir en protestas en México.
Esto ha aumentado la sensación de tensión entre los dos países.
Entonces, ¿qué está pasando?
Lo que se observa es que:
Ambos países enfrentan problemas internos al mismo tiempo.
Sus gobiernos representan ideologías totalmente diferentes.
Cada uno ha señalado al otro como posible responsable de movilizaciones internas.
No hay pruebas de que un gobierno esté organizando protestas dentro del otro, pero sí hay desconfianza y señalamientos mutuos, lo cual ya es preocupante.
¿Es una guerra fría? No todavía… pero la tensión está ahí
No estamos ante una guerra militar ni una confrontación directa.
Pero sí se nota un ambiente que podría convertirse en algo más serio si continúa escalando:
México tiene un liderazgo de izquierda.
Estados Unidos, en cambio, atraviesa un periodo con políticas más rígidas y conservadoras.
Ambos gobiernos están interpretando las protestas del otro lado como posibles ataques políticos.
Esa dinámica —acusaciones, protestas, tensiones, ideologías opuestas— es lo que algunos empiezan a ver como una especie de “guerra fría suave”, donde la pelea no es con armas, sino con discursos y presión pública.
¿Qué está en riesgo?
México y Estados Unidos dependen mucho uno del otro para temas de: comercio, migración, y seguridad.
Una tensión prolongada podría afectar esa relación y generar más problemas a ambos lados de la frontera.
¿Qué podemos concluir?
Aún no existe una guerra fría entre México y Estados Unidos.
Pero las acusaciones de Kristi Noem, la respuesta de Sheinbaum y las protestas violentas en ambos países muestran que la relación está entrando en un momento delicado, donde cualquier malentendido puede empeorar la situación.
Y si los dos países continúan mirándose con desconfianza, la tensión podría crecer más de lo esperado.
