Por Eduardo Borunda
El proceso electoral en Estados Unidos es un atractivo a la vista de los ciudadanos del mundo. El análisis político, las perspectivas económicas, las relaciones internacionales, la sociología política e incluso, el turismo que genera la elección son un factor importante en la toma de decisiones de una campaña que empieza a tomar intensidad por lo cercano del 5 de noviembre cuando los ciudadanos depositarán sus boletas electorales en las urnas.
Las encuestas que miden la intención del voto y permiten conocer a través de sus resultados más que un simple número, indican que existe un empate técnico, la elección va a ser cerrada y que seguramente se disputaran algunos estados de la unión americana hasta el último conteo para saber quién será el presidente número 47 en la historia de los Estados Unidos.
Las peculiaridades del sistema electoral de Norteamérica, es complejo, ya que es una democracia indirecta. Lo que los votantes eligen son a los electores que van a elegir al presidente. Ese conjunto de electores son el Colegio Electoral. En menos de cuatro semanas acudirán los votantes, pero existe la posibilidad de que los electores anticipen su voto ya sea en casillas especiales o bien enviando su voto por correo postal de acuerdo con cada estado de la unión americana.
Los órganos electorales son estatales y por lo tanto no hay una regulación federal que homogenice los procedimientos. Aquí empieza la complejidad de la elección. Pues los procedimientos y fechas cambian a criterio específico en cada estado. La definición del resultado en cada estado radica que quien gana la elección se lleva el 100% de los votos electorales del estado, sea un por la mínima diferencia o bien por una amplia ventaja.
A estas alturas, los resultados son predecibles (no definitorios) y en función de ello existen 7 estados denominados bisagras que van a definir la elección. Lo anterior por lo cerrada de las encuestas y el comportamiento electoral que han tenido los electores en los procesos electorales anteriores. Las diferencias de dos o menos puntos porcentuales en los ejercicios estadísticos muestran que cualquiera de los dos candidatos puede ganar la competida elección.
Los estados donde aún no hay definición clara de quién será el ganador son 7: Pensilvania, Nevada, Arizona, Carolina del Norte, Michigan, Wisconsin y Georgia. En uno de los escenarios más reñidos, Kamala Harris necesitaría ganar tres estados claves (Pensilvania, Georgia y Wisconsin) o bien, Donald Trump necesita mínimo 4 estados con votos electorales suficientes para alcanzar la cifra mágica de 270 votos electorales (Wisconsin, Arizona, Carolina del Norte y Michigan).
En conclusión, “la democracia en América”, como describe Alexis de Tocqueville, pende de la premisa esencial de que cada ciudadano es o representa un voto. Los votos serán contados para dar certidumbre a uno de los países más poderosos del mundo, pero que además está bajo escrutinio público internacional.
La amarga experiencia del no reconocer una derrota electoral es la principal debilidad de Donald, misma causa que le puede costar una elección y una segunda derrota consecutiva.