–Puro huachicol fiscal, negocio de militares
—Donald Trump regresó al ruedo contra México
Como si no tuviéramos suficiente con la fayuca y las tranzas en la Aduana Fronteriza, ahora resulta que también hay huachicol fiscal y, para rematar, con militares de alto rango metidos hasta la cocina.
Sí, aunque usted no lo crea, hasta la periodista Carmen Aristegui puso el dedo en la llaga y destapó el cochinero que se traen algunos en los puntos fronterizos.
Dicen por ahí que el coronel en retiro Octavio Othón López Pérez, quien fungía como Administrador de la Aduana de Ciudad Juárez, tuvo que empacar sus cosas y salir por la puerta trasera el pasado 1 de noviembre.
Se fue nada menos que por el decomiso de nueve pipas cargadas hasta el tope de huachicol, interceptadas en un retén doble de la FGR y la SSPC.
Será coincidencia que justo después de este operativo se diera su salida, aquí entre nos: lo que menos hay en Palacio Nacional son ingenuos.
La cosa se pone color de hormiga, porque la Fiscalía General de la República ya le sigue la pista a una red de contrabando de combustible que, según reportes, viene operando desde 2021 en las aduanas de Piedras Negras, Palomas y, por supuesto, Ciudad Juárez.
Y no hablamos de simples camiones cruzando la frontera; estamos ante un modus operandi que involucra a altos mandos militares.
En este México nuestro, donde el combate al huachicol ha sido bandera de la 4T, resulta que el enemigo estaba en casa.
Qué pensarán los que confiaban ciegamente en los mandos castrenses cuando ven que algunos usan la institución para hacer negocios turbios. Vaya ironía: militares vigilando la aduana… y terminan siendo investigados por meter las manos donde no deben.
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Otra vez el presidente Donald Trump regresó al ruedo y, como quien tira piedritas al lago esperando ver las olas, soltó de nuevo sus comentarios sobre México, pero esta vez con guante de seda y lengua afilada.
No fue un ataque directo con cañones y explosiones, sino más bien como cuando alguien le echa limón a la herida: lo hizo con esa sutileza que nomás los expertos en polémicas saben manejar.
De nueva cuenta dijo que México tiene “broncas grandes”, y como si eso fuera poco, reiteró —con esa afición que tiene por la bravata— que no le temblaría la mano para lanzar ataques contra los cárteles en territorio mexicano.
Lo anterior lo comentó después de la marcha del pasado sábado allá en la Ciudad de México en donde Bloque Negro le entró duro al “desmadre”.
Así, desde la comodidad del Salón Oval Trump dejó claro que a México le echa la culpa de la crisis de drogas en EU y que estaría “orgulloso” de meter al ejército gringo para arreglar el asunto, como si aquí se tratara de una partida de Risk y no de relaciones internacionales.
“No estoy contento con México”, soltó, mientras presumía saber hasta el último rincón donde se esconden los narcos. ¿Quién necesita inteligencia militar? ¡Basta con el radar de Trump!
Y mientras el magnate repite que “haría lo que sea necesario” para detener el narcotráfico —porque, dice, es como una guerra—, uno no puede evitar preguntarse si sabe lo que realmente implica una intervención militar extranjera. Porque si algo ha dejado claro la historia, es que las cosas no suelen acabar bien cuando los marines cruzan fronteras sin invitación.
Lo curioso del caso es que, en la misma semana, el Secretario de Estado Marco Rubio salió de una reunión con el Canciller mexicano Juan Ramón De la Fuente en Canadá, diciendo que la cooperación antinarcóticos entre México y EU es “excelente”.
Rubio, con tono diplomático, descartó cualquier incursión unilateral. En otras palabras: mientras Trump juega al sheriff, los encargados reales de la política exterior piden calma y trabajo conjunto. ¿Quién entenderá la línea oficial?
Así que, mientras Trump amenaza con “salvar millones de vidas” a punta de bombazos, y sus palabras retumban más que las matracas en el Zócalo, México y Estados Unidos siguen en ese eterno juego de espejos: unos gritan, otros negocian, pero —como siempre— el problema es más complejo que un simple “no estoy contento”.
Y la presidenta de México Claudia Sheinbaum ni sufre ni se acongoja, vaya ni se despeina con la pelotera de Trump, a quien parece ya le tiene bien tomada la medida.
