Por amor al arte y con una tenacidad inquebrantable, Luis y otros 11 compañeros lograron mantenerse en su carrera musical, a pesar de los obstáculos. De los 48 estudiantes que iniciaron, solo una docena sigue en pie, aferrados a su pasión por la música.
Luis, con su violín en mano, no solo toca en conciertos, sino también en los camiones de la ciudad, donde ofrece su talento a los pasajeros. Según cuenta, muchas personas quedan cautivadas con sus melodías, y aunque no todos pueden darle una propina, el aplauso sincero de la gente es su mayor recompensa. En una ocasión, un pasajero quedó tan conmovido que le regaló mil pesos.
Con 15 años de experiencia musical, Luis no solo domina el violín, sino también el chelo. Su amor por la música es tan profundo que lo lleva en la piel: en sus hombros están tatuados los rostros de Mozart y Bach, sus más grandes inspiraciones.
Para él, la música no es solo una carrera, sino una misión. “Me gusta expresar mi talento a los juarenses, ya sea en escenarios o en los camiones”, afirma con orgullo. Y con cada nota que interpreta, demuestra que la verdadera pasión no conoce límites ni adversidades.