—Pinta Morena como la Reyna para el 2027
—AL PRI solo le queda: ¡Nada, nada, nada, nada!
—Los panistas traen la pila bien puesta
No termina uno de enterarse de los tiros entre el director ejecutivo de la Jotamas y ya tenemos otro capítulo con el presidente municipal, Cruz Pérez Cuéllar, que ahora se soltó en un encontronazo con el capi Centinela, Gil Loya, el secretario de Seguridad Pública del Estado. Aquí nadie se aburre, eso seguro.
Resulta que el alcalde se metió de lleno en una guerra de declaraciones con Sergio Nevárez, donde ninguno se quiere quedar atrás y ambos alimentan un conflicto que parece no tener fin.
¿La causa? La eterna bronca de los baches en la ciudad. Pérez Cuéllar afirma que Nevárez anda más ocupado en campañas mediáticas que en arreglar los hoyos, mientras que Nevárez, ni tardo ni perezoso, le tira la bolita invitando al alcalde a recorrer las obras y dejarse de peleas.
Pero el asunto no se quedó ahí. Ayer, el alcalde sacó el látigo y acusó que quien verdaderamente politiza la seguridad pública es Gilberto Loya, el mero mero de Seguridad Pública Estatal.
Y para muestra, Loya llegó a la presidencia municipal con un oficio bajo el brazo para invitar a Pérez Cuéllar a recorrer la famosa Torre Centinela. Lo acompañaban los dirigentes del PAN de Juárez y Chihuahua, quienes, casualmente, también trabajan en la dependencia estatal. “Eso es una perversión”, dijo el alcalde, como quien destapa un escándalo en plena rueda de prensa.
Pérez Cuéllar, ni corto ni perezoso, dejó entrever que podría presentar una denuncia por peculado contra Loya, asegurando que no se pueden mezclar esas dos chambas: ser dirigente político y funcionario público.
Y como si eso fuera poco, al recibir la invitación para ver los avances de la Torre Centinela, el alcalde soltó una joya: “Para visitar ruinas, prefiero visitar las ruinas de Paquimé”. Una frase digna de antología y, la neta, toda una indirecta con jiribilla.
Entre pleitos, declaraciones picantes y amenazas de denuncias, la política local se convierte en un espectáculo donde todos buscan llevarse la estrellita, pero pocos se acuerdan de lo que realmente importa: que la ciudad funcione.
Mientras tanto, los ciudadanos seguimos sorteando baches y esperando que la seguridad no se convierta en un botín más de la grilla. Así las cosas.
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Atrás quedaron los tiempos cuando las elecciones eran una moneda al aire y uno no sabía si el país iba para la derecha, a la izquierda o directo al despeñadero.
Pero los tiempos cambian, según los más recientes datos de Demoscopia Digital, si las elecciones para gobernador fueran hoy, Morena sería el amo y señor del mapa político nacional.
Así como lo leen: arrasaría con 15 estados y dejaría al PAN a cuidar sus dos últimas fortalezas, como el niño que sólo le quedan dos canicas después de perder todas en la primaria.
Morena, ese partido que dicen que es de todos y de nadie, se llevaría Baja California, Sonora, Chihuahua, Nuevo León, San Luis Potosí, Quintana Roo, Campeche, Tlaxcala, Guerrero, Michoacán, Colima, Nayarit, y Baja California Sur.
¿Quién iba a imaginar que Chihuahua y Nuevo León, que antes eran bastiones azules o de colores diferentes, ahora se pintan de guinda? No cabe duda de que la política mexicana está más voluble que el clima de juaritos.
Por su parte, el PAN se aferra con uñas y dientes a Aguascalientes y Querétaro. Dos estados que, al menos hasta ahora, resisten el guinda tsunami. Pero, siendo honestos, alguien se imagina a los panistas celebrando, brindando con agua mineral y diciendo que “la ola azul viene fuerte”. Nomás no cuadra.
Claro, hay que tomar las encuestas con su debido cuidado. Los números dicen mucho, pero también esconden lo que no se ve: los enjuagues, las alianzas de última hora y los candidatos que por alguna razón nunca son lo que la gente espera. Pero, si de pronóstico se trata, el 2027 pinta color guinda y el resto que se encomiende.
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El PRI local en manos de Beto Reyes Rojas y Laura Domínguez tiene muy poco que ofrecer al PAN y al gobierno del estado en una posible alianza, y ni qué decir del desaparecido PRD, ahora que César Duarte Jáquez comienza a mostrar sus primeros movimientos políticos públicos, se vislumbra una nueva diáspora en lo que queda del PRI… Como decía Juanga en una de sus canciones, solo les queda: ¡Nada, nada, nada, nada!
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Los panistas traen la pila bien puesta y ni quién los detenga. Resulta que andan más animados que fiesta de rancho después de la última reunión de su Sistema PAN ahí en Juaritos, encabezada por la mera mera del partido en el estado, Daniela Álvarez.
Dani, como la conocen varios en confianza, no sólo presume buen colmillo político, sino que ha sabido sacarle jugo a su cercanía con la dirigencia nacional. Desde allá arriba le bajan estrategias como si fueran recetas secretas: toque de puertas en todos los distritos, sin miedo al éxito, ni al cansancio ni a los perros bravos.
Obvio, todo ese trabajito de campo no lo hacen solos, pues cuentan con la maquinaria—y de la buena—que les arma el gobierno estatal.
El PAN, más terco que mula, quiere hacerle la competencia a todo aquel moreno o morena que se le ponga enfrente en Ciudad Juárez y así sumar votos al gallo o la gallina que se lance para la gubernatura.
Y como no son de los que se quedan cruzados de brazos, prepárense porque Dani va a andar más aquí en la frontera, revisando que nadie se le haga pato y todos chambén. Así que, si ven a la presidenta azul dando vueltas, ya saben, no es casualidad: se traen algo grande entre manos y apenas es el comienzo.
