La compleja dinámica política entre México y Estados Unidos parece no tener fin. La constante tira y afloje entre la presidenta Claudia Sheinbaum y el presidente Donald Trump se ha convertido en el hilo conductor de la relación bilateral, y todo apunta a que persistirá mientras dure el mandato estadounidense.
Resulta que Sheinbaum, la presidenta flamante con “A”, anda más atenta que nunca al vecino del norte, porque el señor del copete trae la presión a todo lo que da.
Cuentan los que saben que, aunque en los primeros meses Trump y Sheinbaum parecían llevarse de maravilla—hasta elogios hubo en la Casa Blanca—, la luna de miel terminó y ahora la relación está más fría que un menudo del Bombero recalentado.
De un plumazo, Estados Unidos desplegó 10 mil soldados en la frontera, congeló visas, metió miedo con aranceles y hasta acusó a bancos de lavar dinero. ¿Y qué hizo Sheinbaum? Pues poner cara seria y declarar—bien clarito—que la soberanía mexicana no está a discusión, mucho menos si se trata de aventuras militares gringas en territorio nacional. Esa es su narrativa, no trae más.
Pero no todo es grilla y amenaza. Para que no digan que México no coopera, Sheinbaum extraditó a 26 presuntos capos en una sola tanda, y eso apenas en lo que va del año ya suman 55. Claro que lo hizo fuera del trámite tradicional, porque aquí la justicia también sabe ser expedita cuando se trata de no enojar al vecino.
Eso sí, la paciencia de la presidenta ya anda corta. En Palacio Nacional dicen que Sheinbaum y su gabinete están frustrados: por más que arrestan narcos—más de 30 mil en nueve meses, ¡el triple que en todo el sexenio pasado!—parece que en Washington nada es suficiente. Y cuando el fentanilo sigue cruzando la frontera y un chinito clave se les fuga, la Casa Blanca no tarda en sacar la lista de exigencias.
Y como si fuera poco, Trump amenaza con aranceles del 30% y después recula “de buena onda” tras llamada telefónica. México respira, pero todos saben que el alivio es temporal y en cualquier momento el “America First” puede volver a golpear.
Lo más irónico es que mientras la DEA anuncia con bombo y platillo una “iniciativa bilateral audaz”, Sheinbaum la desmiente en cadena nacional y asegura que solo van a entrenar a cuatro policías. ¿Quién le entiende a esta pareja dispareja?
Al final, la economía mexicana depende del vecino: 1.2 millones de dólares por minuto cruzan la frontera. Así que, aunque Sheinbaum lo niegue, en este ajedrez político Trump lleva la mano. Y como bien dicen en los pasillos del poder: aquí no hay manual ni reglas claras, porque el presidente gringo cambia el juego cuando quiere. Y no tiene ningún empacho en asegurar hace lo que Estados Unidos dice. Ni modo que no.
Aquí dejamos una pregunta para los analistas de café: ¿de verdad tiene opciones México o no más nos queda bailar al ritmo que nos pongan desde Washington? Por lo pronto, la presidenta aguanta, pero la música suena cada vez más fuerte y a México no le queda otra que bailar al son que le pongan.