La administración Donald Trump ejecutó una reorganización significativa del Consejo de Seguridad Nacional (NSC, por sus siglas en inglés), con docenas de expertos en políticas despedidos abruptamente como parte de una medida para reducir drásticamente el tamaño del órgano asesor. La Casa Blanca afirma que el objetivo es eliminar la burocracia, pero crecen las preocupaciones sobre el impacto en la toma de decisiones de política exterior..
Una profunda reestructuración sacudió los cimientos del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos el pasado viernes, culminando con la salida expedita de numerosos especialistas. Esta medida, según fuentes internas, busca optimizar la eficiencia y reducir la duplicación de funciones, aunque no ha estado exenta de generar inquietud sobre el futuro del asesoramiento en política exterior al presidente.
El viernes por la tarde, docenas de expertos en políticas del NSC fueron notificados de su despido con efecto casi inmediato: se les informó a las 4:30 p.m. que debían abandonar sus puestos para las 5:00 p.m.. Los recortes fueron profundos; por ejemplo, la sección de Oriente Medio vio reducido su personal de diez a cinco miembros.
El objetivo declarado de esta reorganización es eliminar la burocracia y la duplicación de esfuerzos, transfiriendo la mayoría de las operaciones de nuevo a sus departamentos y agencias de origen, como el Departamento de Estado y el Pentágono. Se espera que, tras estos recortes, el tamaño del NSC vuelva a ser similar al que tenía al final del primer mandato de Trump, que rondaba los 110 empleados, aunque figuras como Robert O’Brien, exasesor de seguridad nacional, habían sugerido reducciones aún mayores, hasta unos 60 empleados, comparándolo con el NSC de la era Eisenhower.
El papel tradicionalmente fundamental del NSC como principal órgano asesor del presidente en materia de seguridad y diplomacia parece estar disminuyendo en este segundo mandato de Trump. En su lugar, el presidente Trump se ha apoyado más directamente en figuras clave de su gabinete, como el secretario de Estado Marco Rubio, el enviado para Oriente Medio Steve Witkoff y el secretario del Tesoro Scott Bessent, para la toma de decisiones en política exterior.
Este cambio se produce tras la destitución efectiva del asesor de Seguridad Nacional Mike Waltz el 1 de mayo, quien fue nominado para ser embajador ante las Naciones Unidas. Desde entonces, el secretario Rubio ha asumido un inusual doble papel, dirigiendo también el NSC. La salida de Waltz se produjo después de un incidente de seguridad en el que invitó inadvertidamente a un periodista a un chat de texto privado donde se discutían planes militares para ataques estadounidenses contra los hutíes en Yemen.
La reducción del NSC y la mayor dependencia de un círculo más reducido de asesores en el gabinete podrían interpretarse como una consolidación del poder en la toma de decisiones de política exterior. Al disminuir el número de voces expertas y debates internos que caracterizan a un NSC robusto, se podría estar gestando un enfoque más ágil pero potencialmente menos contrastado, donde las perspectivas podrían ser más homogéneas y alineadas ideológicamente. Esto podría incrementar el riesgo de errores de cálculo en políticas complejas si no se someten a un escrutinio interno diverso y riguroso.
La reorganización parece seguir las líneas maestras de un plan diseñado por Robert O’Brien durante el primer mandato de Trump. O’Brien argumentó recientemente en un artículo de opinión, citado como uno de los catalizadores de estos recortes, que el NSC era demasiado grande y contaba con demasiados «remanentes» de administraciones anteriores que intentaban dirigir la política.
La referencia a «remanentes» y la intención de reducir el NSC resuenan con críticas más amplias sobre la existencia de un supuesto «estado profundo» o una burocracia arraigada que podría resistirse a la agenda presidencial. Desde esta perspectiva, los recortes no solo buscarían eficiencia, sino también reconfigurar la estructura de asesoramiento para alinearla más estrechamente con el control directo del presidente, limitando potencialmente el espacio para consejos independientes o críticos. Una consecuencia de esto podría ser un proceso de política exterior menos institucionalizado y más susceptible a cambios abruptos basados en las inclinaciones presidenciales del momento.
Los funcionarios despedidos, que han hablado bajo condición de anonimato debido a la sensibilidad de la situación, han descrito la medida como «abrupta». La principal preocupación que surge de esta reestructuración es el impacto potencial en la calidad, amplitud y diversidad del asesoramiento en política exterior disponible para el presidente en un momento de complejos desafíos globales. La disminución de personal experto podría limitar la capacidad del NSC para analizar a fondo múltiples crisis simultáneas o para ofrecer perspectivas matizadas sobre decisiones críticas de seguridad nacional.
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